Page 164 - Cómo no escribir una novela
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El iPod de Zenón de Elea:
anacronismos
Platón cogió un lápiz, abrió su cuaderno y empezó otro diálogo.
Pocahontas se desabrochó el sujetador y le guiñó un ojo con picardía a
John Smith.
«¿Te vas a acabar ese sándwich», preguntó el centurión.
Muchos novelistas debutantes empiezan con un escenario razonablemente parecido a su
mundo más cercano, ya que tienen por la mano los detalles cotidianos (lo que come la
gente, la ropa que llevan, qué cosas hacen con las patatas). Cuando un autor se aventura
en épocas y países lejanos, sin embargo, las cosas empiezan a torcerse, y mucho. Sí,
claro, todos sabemos que los caballeros de la Edad Media no llevaban pistolas, que
Julio César no llegaba al Senado en limusina y que los doctores medievales prescribían
ajo y cebolla, no Viagra. Pero en ocasiones un clip, un libro de bolsillo o una piruleta
con sabor a cereza acaban asomando en la corte de Carlomagno y, aunque el autor no se
dé cuenta de esta incoherencia, no ocurre lo mismo con el lector, sea cual sea su grado
de ignorancia histórica.
Revisa tu manuscrito una y otra vez a la búsqueda de anacronismos. Un simple
desliz puede echar por tierra tu saga vikinga.
Yo, Maese Carlomagno, habré a todas
vuesas señorías a trasmano
Cuando el autor no maneja bien el
lenguaje de la época
—Bueno, signor Michelangelo, ¿cómo va ese techo? —preguntó el Papa
Julio irrumpiendo en la capilla.
Michelangelo no le respondió nada al principio.