Page 168 - Cómo no escribir una novela
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La lucha de clases
                                                                      Cuando el autor lucha con una clase
                                                                                     social que no es la suya



               —¿Cómo se encuentra hoy? —dijo imperiosamente la señora permitiendo
               que le besara la mano Sebastián Skeapong, el vendedor de seguros de los
               ricos.  Los  mayordomos  se  arracimaban  a  las  puertas,  lucían  inmaculados
               con  sus  blancos  guantes  y  sus  sombreros  de  copa.  Justo  entonces  un

               recadero, un muchacho, se abrió paso entre la multitud y le ofreció a la hija
               de la señora, la heredera, una tiara de diamantes.

                   —Oh,  c’est  del  marquis  de  London  —exclamó  la  muchacha
               entusiasmada,  y  luego  le  dio  un  cachete  al  muchacho  por  atreverse  a
               mirarla.  Entonces  se  lo  pensó  mejor  e  hizo  planes  para  escaparse  con  él

               porque  ella  estaba  en  la  edad  de  correr  aventuras  con  el  servicio.  Su
               ensoñación fue interrumpida por Sebastián, que se las ingenió para ponerse
               a su lado.

                   —Mademoiselle —dijo en un susurro—, ¿no debería asegurar esa tiara
               contra  los  ladrones?  El  Gato  Enmascarado  ha  sido  visto  recientemente
               merodeando por los áticos de la isla de Manhattan.

                   Mientras tanto, en la otra punta de la ciudad, la más humilde, Tripi y
               Barragán encendieron sendos cigarrillos de sus pitilleras. Estaban sentados
               en su casa de recreo, donde las cucarachas y las termitas campaban entre

               miríadas de jeringuillas.
                   —Por  Zeus  —dijo  Barragán—.  Este  caballo  está  destrozándome  el
               trasero.

                   Tripi rió y recogió la bolsa de polvo blanco del suelo.
                   —¡Cuán cierto es lo que dices, querido colega! —exclamó Tripi—. ¡Ésta

               es la droga más dura que he tomado jamás en toda mi vida!


          Desde  que  en  el  pasado  siglo  escritores  como  Scott  Fitzgerald  o  Edith  Wharton

          escribieran sus novelas, en las que describían a determinadas clases sociales, muchos
          lectores han apostado decididamente por la movilidad social y la sociedad sin clases.

          Si bien no queremos entrar a discutir lo acertado de esas ideas políticas, la experiencia
          nos  indica  que  las  diferencias  sociales  aún  persisten  y  que,  de  hecho,  son  las
          diferencias más difíciles de salvar.

               Mediante la documentación podemos conocer los detalles materiales habituales en
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