Page 172 - Cómo no escribir una novela
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condición humana, y quizás, aunque podría ser una inmodestia decirlo, del sentido del

          universo.  Así  que,  claro,  ¿qué  mejor  manera  de  definir  de  entrada  la  acción  que
          escribiendo  un  profundo  prólogo  para  tu  historia  acerca  del  vínculo  entre  Harry,  el

          universo y todo lo demás?
               El problema aquí es que, para el lector, tú sólo eres un tipo más con una opinión.
          Para él podrías ser como ese borracho del taburete de al lado que está preguntando al

          aire: «¿Usté quiere saberrr cuál esss mi filososfíaaaa? Yo se lo diréee…» Aún no has
          conseguido  ganarte  el  respeto  del  lector  y  su  interés  por  tus  ideas;  todavía  no  has
          llevado al lector a un mundo en el que esa filosofía juegue un papel clave en lo que

          ocurre en tu trama.
               El lector paga su dinero para que lo entretengan, no para que lo adoctrinen. Tus
          ideas pueden ser muy instructivas y fascinantes, pero si fuera eso lo que quisiéramos

          leer habríamos comprado un ensayo.







                                                                                     La oportuna revelación
                                                                   Cuando los símbolos son transparentes


               Los pensamientos de Vivian eran como un papilla llena de grumos mientras

               avanzaba por la autopista de Long Island. Llegaba tarde a trabajar y sintió
               una  punzada  de  culpabilidad.  ¿Podía  ser  una  buena  madre  y  tener  un
               trabajo como publicitaria? Al oír un bronco claxon del coche de su derecha

               miró  hacia  allí  y  vio  a  un  hombre  medio  calvo  y  de  mediana  edad  con
               sobrepeso tras el volante. Tenía la cara roja y sudorosa, y parecía un buen
               candidato  para  tener  el  mismo  ataque  al  corazón  que  había  tenido  Mort,

               quien la había dejado sola para sostener su mundo con sus bien formados y
               entrenados hombros.
                   Ella  lucharía  para  no  acabar  así.  Ella  se  negaba  a  renunciar  a  sus

               aptitudes femeninas para la crianza de los hijos, a pesar de los vulgares y
               groseros  hombres  con  los  que  tenía  que  competir.  Y  entonces  pasó  por
               delante  de  la  valla  publicitaria  de  Lácteos  Roger  y  la  inundó  el  orgullo:

               había niños sonrientes con bigotes de leche alzando sus vasos pidiendo más.
               Ella había colocado el anuncio en esa valla, contra la opinión de los hombres

               de su oficina.
                   Quizás no era una coincidencia que ella se hubiera llevado la cuenta de
               esos lecheros. Quizás no era una coincidencia que su nombre fuera Vivian,
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