Page 177 - Cómo no escribir una novela
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deben ser originales, inteligentes o realmente geniales. Puede ser acertado que la trama
          sea una demostración de la idea de que «el amor puede con todo», los lectores siempre
          leerán con agrado un libro tras otro sobre ese tema, pero los lectores leerán esos libros

          por las historias que cuentan. Haz que un personaje suelte un discurso explicando que el
          amor puede con todo y al lector empezara a nublársele la vista. Todos queremos ver
          cómo triunfa el amor, pero ni siquiera el más simplón de nosotros quiere que le suelten

          una larga explicación sobre la increíble fuerza del amor.







                                                                                             El film educativo
                                                                  Cuando el autor hace trucos con cartas
                                                                                                       marcadas



               Lluvia entró en el Starbucks de mala gana. Había estado en la zona baja del
               río  lavando  ardillas,  víctimas  del  último  vertido  de  petróleo  de  Exxon,  y
               debido  a  la  crisis  empresarial  que  azotaba  aquella  pequeña  población  de

               servicios, no había otro sitio donde pudiera lavarse las manos. La puerta del
               aseo estaba cerrada y fue al mostrador a pedir la llave. Los tres camareros
               estaban juntos, mirándola entre risitas.

                   —¿Me podría dar la llave de los lavabos? —preguntó ella con su voz
               más dulce—. Tengo que lavarme las manos.
                   —¿De verdad? —dijo una chica, su venenoso aliento a tabaco golpeó a

               Lluvia—. No sabía que los hippies se lavaran.
                   Los otros cacarearon y chocaron las manos. Uno de ellos metió de una
               patada  la  llave  bajo  el  enorme  expositor  frigorífico,  que  parecía  mirar  a

               Lluvia con malevolencia mientras exhibía su surtido de azúcares refinados y
               productos lácteos, una clara amenaza de obesidad para millones de niños.
                   De vuelta a la calle, las manos quemándole con las oleosas toxinas del

               complejo industrial-militar, Lluvia se montó otra vez en su bicicleta, cuyo
               armazón ella misma había hecho con mimbres, e inició el largo camino de
               vuelta  a  casa.  Durante  todo  el  camino  los  hostiles  automovilistas  la

               insultaban desde sus ventanillas e incluso intentaban hacerla caer.
                   —¡Tú, chica, párate!

                   Lluvia vio a un poli muy gordo y cabreado haciéndole señas para que se
               detuviera.
                   —¿No  sabes  que  es  ilegal  conducir  así,  guarrilla?  —le  dijo  y  escupió
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