Page 174 - Cómo no escribir una novela
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—Y sí, me la voy a llevar a su casa y le romperé la blusa para empezar,
pero ella estará como loca y ni se coscará. Y le comeré las dos peras a
bocaos, tío, seguro que son carne de primera, nada de silicona, ¿lo pillas,
tron? Joder, me la va a poner más dura y larga que la Gran Muralla china.
Suspiré y con cierta renuencia le di un sorbo a mi cerveza. En aquel local
de tan mal gusto por todas partes se veían chicas luciendo orgullosas sus
enormes pechos bamboleantes cubiertos por finísimos bodys. Sus minifaldas
apenas cubrían sus voluptuosos traseros, que ellas meneaban
provocativamente. Como Bob, ellas aún vivían en un mundo donde las
mujeres sólo tenían su cuerpo para ofrecer, donde no se las apreciaba ni por
sus mentes ni por sus cualidades humanas. Suspiré cuando una chica me
sonrió con ojos de borracha y se inclinó hacia mí para lucir su exuberante
escote, que ofrecía un banquete de buenas carnes a quien quisiera tomarlas.
Poco podía imaginar que lo que me interesaba de ella era su mente.
A veces un autor se debate entre el deseo de tratar ciertas historias y una conciencia
culpable de que los demás no lo aprobarán. En un intento de evitar las críticas, va
pidiendo excusas a medida que relata esas escenas, señalando que esa sesión de teatro
alternativo, esa visita al club de striptease, o esos baratos criados para todo del Tercer
Mundo le desagradan terriblemente, pero terriblemente, y que él los desaprueba tanto
como el que más. Incluso más todavía. Mientras, el autor continúa regodeándose en
esas escenas, relatando lo que cualquiera verá de inmediato que es el mundo de sus
fantasías. El resultado a menudo recuerda a una película de los años sesenta sobre los
peligros de la prostitución.
Es mejor aceptar que no vas a engañar a nadie. Si te sientes irremediablemente
atraído por la explotación sexual, es mucho mejor que abordes ese sórdido material
abiertamente que emplear tu historia para entablar una guerra entre tu ello y tu superego.
No se vayan, volvemos después de la
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Cuando el autor reproduce textos de otros
Jared salió de casa de sus padres y se metió en el coche con Shannon.
—¿Qué pasa, colega? —preguntó ella.
Él sacudió la cabeza para alejar la frustración.