Page 176 - Fantasmas
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FANTASMAS



              Miramos  la piscina y el señor  Grace  nos  habla  de la pre-
         paración  física.  Después  nos  enseña  una  pista de atletismo  y
         nos  habla  de las olimpiadas  juveniles.  Nos  enseña  el campo
         de deportes  de pelota.
              —-¿Así que tienen  un  equipo? —dice mi padre—.  Y jue-
         gan unos  cuantos  partidos,  ¿no?
              —Exacto,  un  equipo y unos  cuantos  partidos. Pero se tra-
         ta de algo más que jugar —dice  el señor Grace—.  En Biden  es-
         timulamos  a los chicos para que aprendan de cada cosa  que ha-
         cen,  incluso  en deportes.  Esto  es un  aula también,  un lugar para
         que  los alumnos  puedan  desarrollar  algunas  de las destrezas
         más  importantes,  como  resolver  conflictos,  construir  relacio-
         nes  interpersonales  y liberar  el estrés  practicando  ejercicio  fí-
         sico. Ya sabe, es  como  el viejo dicho  de «lo importante  es  par-
         ticipar».  Lo que  importa  es  lo que  se  aprende jugando,  sobre
         uno  mismo,  sobre  el crecimiento  personal  de cada uno.
              El señor  Grace  se  da la vuelta  y echa a andar.
              —No  le he entendido  muy bien —dice  mi padre—.  Pero
         creo  que me  acaba de decir que tienen uno  de esos  equipos pa-
         téticos  que no  consiguen  un  solo  strike.
              El señor  Grace  nos  lleva por último a la biblioteca,  don-
         de encontramos  a uno  de los alumnos  del programa  de vera-
         no.  Es una  habitación  amplia y circular,  con  las paredes  fo-
         rradas  de estanterías  de palisandro.  A lo lejos se  escucha  el
         repiqueteo  de las teclas  de un  ordenador.  Un chico que tendrá
         mi edad  está tumbado  en  el suelo  mientras  una  mujer con  un
         vestido  de cuadros  lo jala del brazo.  Creo  que está intentando
         levantarlo  del suelo, pero  todo  lo que  consigue  es  arrastrarlo
         en  círculos.
              —¿Jeremy?  —dice—.  Si no  te levantas,  no  podremos  ir a
         jugar en  la computadora.  ¿Me oyes?
              Jeremy no  le contesta  y la mujer sigue arrastrándolo  por
         el suelo.  Una de las veces  en que se vuelve hacia donde estamos




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