Page 177 - Fantasmas
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Joe Hit
nosotros, el chico me mira por un instante con ojos vacíos de
expresión. También tiene la barbilla llena de babas.
—Quierooo —dice arrastrando mucho las vocales—.
Quierooooo.
—Acabamos de instalar cuatro computadoras nuevas
en la biblioteca —explica el señor Grace—. Con conexión a
internet. ;
—Mira este mármol —dice mi madre mientras mi padre
apoya una mano en mi hombro y me da un apretón cariñoso.
El primer domingo de septiembre voy con mi padre al es-
tadio y como siempre llegamos temprano, tan temprano que no
hay casi nadie, salvo un par de jugadores debutantes que llevan
allí desde el amanecer para impresionar a mi padre. Éste está
sentado en la tribuna, detrás de la pantalla que da a la base prin-
cipal, hablando con Shaughnessy para la sección de deportes y
al mismo tiempo los dos estamos jugando a un juego que se lla-
ma el juego de las cosas secretas. Consiste en que mi padre ha-
ce una lista de cosas que tengo que encontrar. Cada una vale un
número de puntos y yo tengo que ir por todo el estadio bus-
cándolas (no vale hurgar en la basura, aunque mi padre sabe que
soy incapaz de hacer eso): un bolígrafo, una moneda de vein-
ticinco centavos, un guante de señora, etcétera. No es fácil, so-
bre todo si han pasado ya los del servicio de limpieza.
Según voy encontrando cosas de la lista se las llevo a mi
padre: el bolígrafo, un regaliz negro, un botón metálico. Una
de las veces que voy veo que Shaughnessy se ha marchado y mi
padre está allí sentado con las manos entrelazadas detrás de la
cabeza, una bolsa abierta de cacahuetes en el regazo y los pies
apoyados en el asiento de delante. Me dice:
—¿Por qué no te sientas un rato?
—Mira, he encontrado una caja de cerillos. Cuarenta pun-
tos —le digo, y la tiro al asiento que está a su lado.
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