Page 178 - Fantasmas
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FANTASMAS



               —Disfruta  de esta  vista —dice  mi padre—.  ¡Qué bien se
         está cuando  no  hay nadie, cuando  el lugar está en  silencio!  ¿Sa-
         bes lo que  más  me  gusta  de cómo  está ahora?
               —¿El qué?
               —Que puedes pensar y comer  cacahuetes  al mismo  tiem-
         po. —Lo  dice mientras  abre uno.
               Fuera hay viento y el cielo tiene un  color azul ártico.  Una
         gaviota sobrevuela  el campo  con  las alas  desplegadas,  y pare-
         ce  no  moverse.  Los  novatos  están  haciendo  estiramientos  y
         charlando  en  el cuadro.  Uno  de ellos  ríe con  una  risa potente,
         joven y saludable.            |
               —¿Dónde piensas tú mejor? —le pregunto—.  ¿Aquí o en
         casa?
               —A quí  es  mejor que  en  casa  —dice  mi padre—.  Mejor
         para comer  cacahuetes,  porque  en  casa  no  puedes tirar las cás-
         caras  al suelo.  —Y para  demostrarlo  tira una—.  A no  ser  que
         quieras  ganarte  una  patada de tu  madre  en  el culo.
               Nos  quedamos  en  silencio.  Una  brisa fresca  y constante
         sopla desde  el jardín y nos  acaricia  la cara.  Nadie  va  a conse-
         guir un  home  run  hoy en  nuestro  equipo,  con  este  viento  en
         contra.
               —Bueno  —digo poniéndome  en pie—. Cuarenta  puntos.
         Aquí está la caja de cerillos.  Será mejor que vuelva  a ello.  Casi
         he encontrado  todo  lo que buscaba.
               —Qué  suerte  —me  dice.
               —Es un  buen juego —digo yo—.  Seguro que podríamos
         jugarlo  en  casa.  Me puedes  poner  una  lista de cosas  y yo las
         busco.  ¿Por qué nunca  lo hacemos?  ¿Por qué nunca  jugamos
         en  casa  a encontrar  cosas  secretas?
               —Porque  se juega mejor aquí —dice.
               En ese  momento  me  fui a buscar lo que quedaba en la lis-
         ta —un  cordón  de zapato  y un  llavero  con  una  pata de cone-
         jo—, dejando a mi padre allí, pero después he recordado  la con-




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