Page 173 - Fantasmas
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Joe HiLL
Me doy la vuelta y echo a correr lleno de pánico y enfer-
mo, enfermo por el olor a basura, por los murciélagos y el hom-
bre muerto y por ese terrible crujido como de periódico viejo,
por el hedor a orina de murciélago, por la forma en que Hap
Diehl intentaba batear una bola imposible y porque nuestro
equipo se va a la mierda exactamente igual que el año pasado.
Corro mientras lloro a lágrima viva y me limpio como puedo
la baba de la cara, y no importa lo fuerte que llore, casi no me
llega aire a los pulmones.
—;¡Para! —me grita Mandy cuando me alcanza y tira al
suelo la bolsa con nuestro almuerzo para tener libres las dos
manos—. ¡Por el amor de dios, para! ¡Deja de llorar!
Me coge por la cintura y pataleo gritando, no quiero que
me levanten, no quiero que me cojan. Golpeo con el hombro
y noto que choca con una cuenca de ojo huesuda. Mandy gri-
ta y los dos nos caemos al suelo, ella encima de mí, con la bar-
billa clavada en mi cráneo. Grito por el dolor y entonces ella
cierra los dientes, da un respingo y afloja la barbilla. Aprove-
cho para saltar y estoy a punto de escapar, pero me agarra por
la cintura elástica de mis pantalones cortos con ambas manos.
- —¡Por el amor de dios! ¿Quieres estarte quieto?
La cara me arde de forma infernal.
—¡No! No pienso volver ahí dentro. ¡No pienso! ¡Suél-
tame!
Me abalanzo de nuevo hacia delante, como un corredor
al oír el pistoletazo de salida, y de repente, en cuestión de se-
gundos, me encuentro libre y corriendo a toda velocidad por
el camino, mientras la oigo berrear a mi espalda.
—¡Homer! —aúlla—. ¡Homer, vuelve aquí ahora mismo!
Casi he llegado a Lincoln Street cuando noto una ráfaga
de aire frío entre las piernas, y al bajar la vista entiendo por qué
he podido escapar. La tía Mandy me sujetaba por los pantalo-
nes y me he quedado sin ellos, sin ellos y sin los calzoncillos.
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