Page 168 - Fantasmas
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FANTASMAS


         gente  sigue contratándolo,  porque  sus  estadísticas,  en  gene-
         ral, son  buenas,  y porque  la gente  cree  que  alguien  que  ba-
         tea  tan  bien terminará  por  dar el salto  algún día, pero  lo que
         no  ven  es  que  ya lo ha dado, y esto  es  a lo máximo  que pue-
         de llegar. Ya ha dado  lo mejor de sí, y no  parece  que  el futu-
         ro  le depare  gran  cosa  a ese  joven profesional  del maravillo-
         so  juego del béisbol,  como  tampoco  se  lo depara a una  mujer
         de mediana  edad que se casa  con  el hombre  equivocado  y nun-
         ca  está  satisfecha  con  lo que  hace  y sólo  piensa  en  qué otras
         cosas  podría estar  haciendo.  Eso  es  también  cierto  para todos
         nosotros,  en  realidad,  y por eso supongo  que,  a pesar  de que
         el doctor Faber diga que estoy mejor, estoy más o menos  igual
         que  siempre,  lo que  dista  mucho  de ser  lo ideal.
              No hace falta decir, porque  se  deduce  de sus  distintas  fi-
         losofías  de vida y maneras  de ver  el mundo,  que la tía Mandy
         y papá no  se  caen  muy  bien, aunque  se  esfuerzan  por disimu-
         larlo para no  disgustar a mi madre.
              Mandy y yo fuimos  un  domingo solos a North Altamont,
         porque  mamá pensó que había pasado demasiado  tiempo aquel
         verano  en  el estadio.  La verdadera  razón  era  que el equipo ha-
         bía perdido cinco partidos seguidos y le preocupaba que aque-
         llo me  estuviera  estresando  demasiado.  No  se  equivocaba.  La
         racha  perdedora  me  estaba  afectando.  Nunca  babeé  más  que
         durante  aquella última  serie  de partidos  en  casa.
              No  sé por qué fuimos  precisamente  a North  Altamont.
         Cuando  la tía Mandy alude a ello siempre habla de «visitar  Lin-

         coln Street»,  como  si Lincoln  Street,  en  North  Altamont,  fue-
         ra  uno  de esos  lugares  famosos  que  todo  el mundo  conoce  y
         siempre  se  propone  visitar,  como  cuando  uno  está  en  Florida
         y visita  Disney World  o en  Nueva  York y va  a un  espectáculo

         de Broadway.  Lincoln  Street  es  una  calle bonita,  al estilo  de las
         ciudades  de Nueva  Inglaterra.  Está en una  ladera y tiene la cal-
         zada  adoquinada  y cerrada  a los coches. Sí se  permiten  caba-



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