Page 165 - Fantasmas
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Joe Hit
—¡Cállate! ¡Para! ¡Basta ya!
Consigo alcanzar la rejilla un par de veces, y ¡clong! Uno
de los tornillos se suelta y la rejilla se abre, pero el chirrido
no sólo no desaparece, sino que ahora se alterna con un suave
zumbido, como si se hubiera soltado una pieza de metal y tem-
blara con el aire. Tengo las comisuras de la boca empapadas de
saliva y empiezo a sorber. Dirijo una última mirada de deses-
peración a la rejilla de ventilación y echo a correr hacia el sa-
lón, tapándome las orejas para no oír, pero allí el gemido es aún
más fuerte. No sé dónde meterme, y taparme los oídos no me
sirve de nada.
Tratando de huir del ruido acabo en el dormitorio de mi
padre.
—Papá —digo mientras me seco la barbilla, cubierta de
baba, en su hombro—. Papá, ¿puedo dormir contigo?
—¿Eh? Bueno, pero tengo gases, te lo aviso.
Trepo a su cama y me cubro con las sábanas. Pero claro,
también en esta habitación se oye el chirrido débil, pero pene-
trante.
—¿Estás bien? —me pregunta.
—Es el aire acondicionado. Hace un ruido horrible. Me
hace daño en los dientes, pero no he encontrado dónde apa-
garlo.
—El interruptor está en el salón, justo al lado de la puerta.
—Voy a apagarlo —digo, y ruedo hasta el borde de la
cama.
—FEh —me dice sujetándome por el antebrazo—. Más va-
le que no lo hagas. Es junio y estamos en Chicago. Hoy hemos
tenido treinta y nueve grados. Si lo apagas nos cocemos. Lo di-
go en serio. Nos podemos morir aquí dentro.
—Pero es que no lo soporto. ¿Tú no lo oyes? ¿No oyes
el ruido que hace? Me duelen los dientes. Es como cuando la
gente muerde papel de plata, papá. Igual de horrible.
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