Page 161 - Fantasmas
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Joe Hit
verduras que me parecen sospechosas. Después huelo la car-
ne para comprobar.que no está mala. Y no en una, sino en dos
ocasiones, he descubierto que estaba mala y me he negado a co-
mérmela. En ambas, esta decisión provocó una discusión a gri-
tos con mi madre acerca de si realmente estaba mala o no, y
estos encontronazos sólo pueden terminar de una forma: con-
migo en el suelo y chillando y dando patadas a cualquiera que
intenta tocarme, que es lo que el doctor Faber llama mis ata-
ques de histeria. Así que últimamente me limito a tirar la car-
ne a la papelera sin más discusiones y a comerme el pan. Tener
estos problemas alimentarios no es nada agradable. No sopor-
to el sabor a pescado, tampoco como cerdo, porque el cerdo
tiene pequeños parásitos que salen a la superficie cuando ro-
cías con alcohol la carne cruda. Lo que sí me gusta son los ce-
reales del desayuno. Si por mí fuera, los comería tres veces al
día. También disfruto con la fruta en conserva y cuando estoy
en el parque me gusta comerme una bolsa de cacahuetes, pero
no me comería un hot dog por todo el té de la China (aunque
tampoco lo querría, porque cuando me suben los niveles de ca-
feína en sangre soy propenso a la excitación y a las hemorra-
gias nasales).
El doctor Faber es un buen tipo. Nos sentamos en el
suelo de su despacho, jugamos a la oca y analizamos mis pro-
blemas.
—He oído locuras antes, pero ésta se lleva la palma —di-
ce mi psiquiatra—. ¿De verdad crees que McDonald's serviría
hamburguesas caducadas? ¡Perderían hasta la camisa! ¡Todo el
mundo los demandaría!
Calla un momento para mover ficha y continúa.
—Mira, tenemos que empezar a hablar de cómo sufres
cada vez que te llevas algo de comer a la boca. Me parece que
estás sacando las cosas de quicio, dejando que la imaginación
te gaste bromas pesadas. Y te diré algo más. Digamos que te
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