Page 190 - Fantasmas
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e arriesgó a abrir los ojos. El aire le hirió las pupilas y
era como mirar a través de una botella de Coca-Cola,
todo distorsionado y pintado de un extraño color verde, aun-
que siempre era mejor que no ver nada. Estaba sobre un col-
chón, en la esquina de una habitación con paredes blancas de
escayola que parecían curvarse en el suelo y en el techo, ce-
rrando la estancia como unos paréntesis. Imaginó —deseó, más
bien— que aquello no fuera más que un espejismo fruto de sus
lastimados ojos.
No alcanzaba a ver el otro extremo de la habitación, la puer-
ta por la que había entrado. Por lo que sabía, podía estar bajo el
agua, explorando las profundidades de color del jade, buceando
en el camarote de un transatlántico hundido. A su derecha ha-
bía un retrete sin asiento y a su derecha, en el centro de la habi-
tación, una caja o cabina negra pegada a la pared. Al principio
no supo lo que era, no por lo borroso de su visión, sino por lo
fuera de lugar que parecía, un objeto insólito en una celda.
Un teléfono. Grande, anticuado y negro, con el auricu-
lar colgando de una horquilla plateada.
Al no le habría dejado solo en una habitación con un te-
léfono que funcionara. Si así hubiera sido, alguno de los otros
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