Page 193 - Fantasmas
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Joe HiLL
—Cuando está cerrada la puerta no se oye nada de lo que
pasa en esta habitación. —Al hablaba ahora en tono delibera-
damente calmado—. Yo mismo la aislé de ruido. Así que grita
cuanto quieras, no molestarás a nadie.
—Tú eres el que mató a esos otros niños.
—No, yo no. Eso lo hizo otra persona, yo no voy a obli-
garte a hacer nada que no te guste.
Algo indefinido en la construcción de esta frase —<no
voy a obligarte a hacer nada que no te guste»— hizo arder las
mejillas de Finney, mientras notaba el cuerpo frío y la carne de
gallina.
—S1 intentas tocarme te arañaré la cara y cuando alguien
venga a visitarte te preguntará qué te ha pasado.
Al lo miró, inexpresivo, asimilando estas palabras, y des-
pués dijo:
—Ya puedes colgar el teléfono.
Finney colocó el auricular en la horquilla.
—Una vez que estaba aquí sonó —dijo Al—. Fue algo es-
calofriante, creo que por la electricidad estática. Yo estaba jus-
to al lado cuando sonó y descolgué sin pensar en lo que ha-
cía, ya sabes, para ver si había alguien al otro lado.
Finney no tenía intención de conversar con alguien que
planeaba asesinarlo en cuanto tuviera oportunidad, así que se
sorprendió cuando abrió la boca y se oyó preguntar:
—¿Y había alguien?
—No. ¿No te he dicho que no funciona?
La puerta se abrió y se cerró. Durante el segundo que es-
tuvo entreabierta, el hombre gordo, corpulento y desgarbado
se deslizó fuera de puntillas como un hipopótamo bailando
y desapareció antes de que Finney pudiera abrir la boca para
gritar.
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