Page 195 - Fantasmas
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Joe HiLL
oculta por tupidos matorrales. Si lograba romperla alguien le
oiría gritar.
«Los otros habrán pensado lo mismo —se dijo—, y mi-
ra de qué les sirvió.»
Recorrió de nuevo la habitación y se encontró una vez
más de pie frente al teléfono, estudiándolo. Su mirada siguió
un delgado cable negro engrapado a la escayola. Ascendía unos
tres metros por la pared y terminaba en un racimo de filamen-
tos de cobre. Se sorprendió cogiendo el auricular otra vez, lo
había hecho sin darse cuenta, y llevándoselo a la oreja; un acto
inconsciente que delataba tal desesperanza, tal necesidad, que
le hizo encogerse un poco. ¿Por qué instalaría nadie un teléfo-
no en un sótano? Aunque también había un retrete. Tal vez,
probablemente —qué pensamiento tan horrible— alguien ha-
bía vivido una vez allí.
Después se encontró tumbado en el colchón, mirando
al techo a través de la oscuridad color de jade, y por primera
vez reparó en que no había llorado y en que tampoco tenía
ganas de hacerlo. Estaba descansando a propósito, recobran-
do energías para la siguiente inspección de la habitación. La
recorrería entera buscando algo que pudiera usar, hasta que
Al volviera. Si encontraba algo, podría usarlo como arma con-
tra él: un trozo de cristal, un tubo oxidado... ¿Tenía tubos
el colchón? Cuando se sintiera con fuerzas para moverse otra
vez, intentaría averiguarlo.
Para entonces, sus padres tendrían que saber que algo le
había ocurrido y estarían histéricos. Pero cuando trató de ima-
ginarse su búsqueda no veía a su madre llorando en la cocina,
contestando a las preguntas de la policía, ni tampoco a su pa-
dre en la puerta del almacén de Poole apartando la vista de un
agente que metía una botella de refresco de uva en una bolsa
para analizarla en el laboratorio. En lugar de ello, se imaginó a
Susannah de pie sobre los pedales de su bicicleta de diez velo-
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