Page 191 - Fantasmas
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Joe HiLL
niños lo habría usado. Finney lo sabía, pero no pudo evitar ex-
'perimentar un atisbo de esperanza, tan intenso que casi le hizo
llorar. Tal vez él había recuperado la vista antes que los otros chi-
cos. Tal vez los otros seguían ciegos por el veneno de la lata de
avispas cuando Al los mató, sin que llegaran a ver el teléfono.
Frunció el ceño, abrumado por la fuerza de su desesperación,
pero después se deslizó fuera del colchón y rodó hasta el suelo
golpeándose la barbilla con el cemento. Una bombilla negra pa-
reció parpadear dentro de su cabeza, justo detrás de los ojos.
Se puso a cuatro patas moviendo despacio la cabeza de
un lado a otro, entumecido por un momento y después reco-
brando la sensibilidad. Empezó a gatear y cruzó una gran su-
perficie del suelo sin que pareciera acercarse lo más mínimo
al teléfono. Era como estar en una cinta transportadora que le
alejaba cada vez más aunque se esforzara por avanzar con bra-
zOS y piernas. Á veces, cuando miraba con los ojos entrecerra-
dos en dirección al teléfono, éste parecía respirar, con sus cos-
tados subiendo y bajando. En una ocasión tuvo que detenerse
a descansar apoyando su frente ardiente en el cemento hela-
do. Era la única forma de conseguir que la habitación dejara
de moyerse.
Cuando levantó de nuevo la vista comprobó que el telé-
fono estaba justo encima de él. Se puso de pie, lo agarró en cuan-
to estuvo a su alcance y se apoyó del aparato para ayudar a le-
vantarse. No era realmente antiguo, pero sí viejo, con una clavija
y dos campanillas en la parte de arriba y un disco giratorio en lu-
gar de teclas. Encontró el auricular y se lo llevó a la oreja, espe-
rando oír el tono de llamada. Nada. Pulsó la horquilla de color
plata y dejó que volviera a su sitio, pero el teléfono negro conti-
nuó silencioso. Marcó el número de la operadora y escuchó tres
clics, pero nada al otro lado, no hubo conexión.
—No funciona —dijo Al—. Lleva sin funcionar desde
que yo era un niño.
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