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"Oh, querida mía, hiciste muy mal en joder a Tom Rogan. Ahora, la cuestión es
                qué vamos a hacer contigo."
                   El Ford volaba por la noche persiguiendo la luz de sus faros. Al llegar a Newport,
                Tom ya lo sabía. Buscó una tienda abierta y compró un cartón de Camel. El
                propietario le dio las buenas noches. Tom le retribuyó el deseo.
                   Arrojó el cartón al asiento y siguió viaje. Condujo lentamente por la carretera 7,
                buscando la salida. Allí estaba: "Carretera 3. Haven 21. Derry 15".
                   Giró y aceleró más. De vez en cuando miraba el cartón de cigarrillos, sonriendo
                un poquito. Bajo el resplandor verdoso del tablero, su cara llena de cortes y
                chichones parecía extraña, monstruosa.
                   "Tengo algunos cigarrillos para ti, Bevvy -pensó mientras el furgón corría entre
                bosques de pinos y abetos, rumbo a Derry, a casi cien kilómetros por hora-. Oh, sí,
                todo un cartón. Sólo para ti. Y cuando te coja, querida, haré que te comas hasta el
                último. Y si ese Denbrough necesita algunas lecciones, eso también se puede
                arreglar. No hay problema, Bevvie. Ningún problema."
                   Por primera vez desde que esa mala zorra había huido después de golpearla,
                Tom empezó a sentirse bien.



                   6.

                   Audra Denbrough voló en primera clase a Maine, en un DC-10 de British
                Airways. Había salido de Heathrow a las seis menos diez, aquella tarde, siempre
                siguiendo el sol. El sol iba ganando; mejor dicho, ya había ganado, pero no
                importaba. Por un golpe de suerte providencial, descubrió que el vuelo, 23 de
                Londres a Los Angeles hacía una escala para repostar combustible... en el
                aeropuerto internacional de Bangor.
                   El día había sido una descabellada pesadilla. Freddie Firestone, productor de "El
                desván", había preguntado por Bill de inmediato, como era de esperar. Acababa
                de tener problemas por causa de la doble que debía caer por una escalera
                reemplazando a Audra. Al parecer, los dobles también tenían sindicato y esa
                mujer había cubierto su cuota de actuaciones por la semana o algo así. El
                sindicato exigía a Freddie que firmara un compromiso de aumento de salario o que
                contratara a otra mujer para esa toma. El problema consistía en que no se
                disponía de ninguna otra mujer cuyo físico correspondiera al de Audra. Freddie
                sugirió al hombre del sindicato que enviaran a un doble. Después de todo, no
                hacía falta que se arrojara en ropa interior. Tenían una peluca adecuada y la
                encargada de vestuarios podría proporcionarles postizos y acolchados hasta para
                el trasero.
                   El representante sindical dijo que no se podía. Violaba el estatuto reemplazar
                una mujer por un hombre. Era discriminación sexual.
                   El carácter de Freddie era famoso en el mundillo cinematográfico y a esas
                alturas de la discusión perdió los estribos. Envió al cuerno al hombre del sindicato.
                Éste le recomendó que cuidara la lengua si quería seguir teniendo dobles para "El
                desván". Después frotó el pulgar y el índice en un gesto de sugiriendo codicia que
                enfureció a Freddie. Ese hombre era grande pero flojo. Freddie, que aún jugaba al
                fútbol cuando podía, era alto y duro. Expulsó al sindicalista y volvió a su despacho
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