Page 16 - Extraña simiente
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Por mucho tiempo, esto era lo único que las trampas le habían
proporcionado.
—¿Paul? —llamó Rachel—. ¿Eres tú?
Se incorporó y miró hacia la cocina.
—Sí, soy yo. ¿Esperabas a otra persona?
—No, estaba… —Rachel enmudeció—. ¿A quién llamabas ahí fuera,
Paul?
—A nadie.
Atravesó la habitación y se sentó al lado de ella en el sofá.
—Simplemente me gusta escuchar mi eco. Vaya una tontería, ¿no?
Ella sonrió débilmente.
—Es tarde, Paul. Dijiste que ese hombre, ¿se llama el señor Marsh?,
dijiste que pasaba a buscarte a las siete.
—Sí —dijo Paul—, ya lo sé.
Rachel se preguntó si la irritabilidad patente en su tono de voz se debía a
que se lo hubiera recordado o a que sólo le quedaban unas cuantas horas más
de descanso. Ella intentó, aunque sin mucho éxito debido a la oscuridad,
estudiar su cara angulosa, sus profundos ojos marrones.
—Dime lo que te pasa, Paul.
Él arqueó las cejas; era un gesto que Rachel sabía interpretar como
indicativo de confusión.
—Todo esto es muy… desalentador, ¿no? —dijo él—. Quizás haya sido
una mala idea venir aquí. Esta casa y… el estado en el que la hemos
encontrado… Todo esto ha debido ser un golpe para ti —tomó su mano y
prosiguió—: quiero decir, esto no es Nueva York, ¿verdad?
Su tono se había vuelto extrañamente paternalista.
—No —eso es todo lo que Rachel consiguió articular; el brusco cambio
de humor de Paul la había cogido por sorpresa.
—Ya te lo dije…, tú sabes cómo son las cosas aquí, Rachel. Pero eso no
significa mucho; en realidad, nada, si no lo has experimentado.
—Paul, yo…
—No, no. Déjame terminar —inspiró profundamente—. Creo que quizás
te estoy pidiendo demasiado; que… el peso de la vida aquí —sonrió
consciente de sí mismo—, quizás…, no sé…, sea demasiado para ti. Exige de
uno una tremenda capacidad de adaptación, es algo más que no poder bajar a
la tienda a comprar algo, ir al cine…; es mucho más que todo eso.
Paul hizo una pausa. Rachel conseguía de él lo que quería y ella apretó su
mano para darle confianza.
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