Page 28 - Extraña simiente
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—Supongo que sí. Si no hay otro remedio… —suspiró profundamente—.
¿Fuiste a ver si tenían ya el coche?
—Sí, estuve…, pero no está listo. ¡Puñetas! Me entran ganas de comprar
otro. Y si salieran las cuentas, lo haría, si lo que tuviera que pagar por un
coche de segunda mano fuera menos que lo que me va a costar arreglar el
Ford. Pero creo que solamente hay que cambiar el carburador, total, no son
más que cincuenta dólares. Dudo mucho que por ese dinero pudiera encontrar
un coche decente.
—Probablemente tengas razón —dijo Rachel, nada convencida—.
Entonces, ¿qué piensas hacer? ¿Contratar a Marsh de chófer hasta que el
coche esté arreglado?
—No —sonrió—. Tenemos toda la comida y la gasolina para el
generador, que necesitamos de momento. El mecánico dijo que tardaría una
semana, no necesitaré a Marsh hasta entonces. De todas formas, le he pedido
que se pase por aquí el viernes por si acaso.
Rachel volvió a suspirar.
—¿Y qué pasa con las ventanas, Paul?
Paul, señalando nerviosamente hacia la ventana del dormitorio, contestó:
—No habrá más remedio que taparlas… Hay unos tablones en el
granero… Va a quedar espantoso, pero qué remedio, ¿no?
—Pero va a estar oscuro como una cueva —protestó Rachel.
—Bueno, ¿y qué quieres que le haga? Lo siento…
Hubo un silencio que Paul rompió haciendo un gesto con la mano que
abarcaba el resto de la casa.
—Me gusta lo que has hecho hoy aquí. Has hecho que la casa esté más
presentable.
—Ah, sí…, esto… —se quedó un momento pensativa—. Se me olvidó
decirte que hemos tenido una visita. Un hombre llamado Lumas.
—¿Lumas?
—Henry Lumas. Me dijo que te conocía.
—No conozco a nadie llamado Henry Lumas. ¿Le dejaste entrar en la
casa?
—Me dijo que te conocía, Paul. Le dije que tu apellido era Griffin, y él
dijo «¿Griffin? ¿Y no se llamaría por casualidad el padre de su marido
Sam?». Le dije que sí y entonces añadió que conocía a tu padre y que te
conocía a ti.
Paul se sentó a su lado sobre la cama sacudiendo la cabeza despacio,
reprobadoramente.
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