Page 67 - Extraña simiente
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XI
Eran las diez pasadas cuando Rachel, que no conseguía dormirse sentada
en la silla de mimbre, oyó pasos sobre las escaleras de atrás. Será Paul, pensó.
Pero se movía tan despacio, tan pesadamente… parecía como si estuviera
herido.
—Rachel, abre la puerta —llamó.
Rachel dio un respingo y corriendo por la cocina gritó:
—¿Paul? ¿Qué pasa?
Al llegar a la puerta, la abrió violentamente de par en par.
Paul sonrió débilmente en el descansillo.
—Ayúdame, ¿quieres?
Con la escasa luz, Rachel no podía distinguir a quién llevaba Paul cargado
sobre los hombros, al estilo bombero. Pero ella sabía que era Lumas. Dudó un
momento, confusa, pero al ver a Paul dar un paso inestable a la derecha, abrió
la puerta de rejilla. Paul pasó a su lado, entró en la cocina y miró
ansiosamente a su alrededor. Señalando la mesa con un movimiento de
cabeza, dijo:
—Deja la mesa libre, Rachel.
—Paul… ¿está…?
—No, no está muerto. Pero quita las cosas de la mesa.
—En nuestra cama, Paul. Acuéstalo en nuestra cama.
Ella corrió delante y al llegar al cuarto de estar se paró y volvió la cabeza
hacia él.
—¿Qué pasa?
—Sí —dijo Paul—, claro, en nuestra cama.
Paul siguió a Rachel tras pasar por la estrecha puerta de la cocina y al
llegar al cuarto de estar, se quedó un momento al lado del sofá. Señaló a su
izquierda con un gesto de cabeza.
—¿Cómo está el niño?
—Durmiendo desde que te marchaste —contestó Rachel rápidamente.
—Bien. Eso está bien.
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