Page 69 - Extraña simiente
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Los músculos del rostro de Rachel se tensaron.

                    —¿Qué…, qué le ha pasado, Paul?
                    —Se ha clavado un pincho —le dijo Paul.
                    —¿Un pincho?
                    —De acacia.

                    Paul comenzó a vendar la mano todavía sangrante de Lumas.
                    —¿Qué es una acacia? —preguntó Rachel.
                    —Es un árbol…, un árbol con pinchos.
                    —¡Ah! —dijo Rachel— ¿Como un rosal?

                    Paul se la quedó mirando intrigado y le dijo:
                    —Sí, como un rosal.
                    Hizo  un  nudo  en  la  venda  sobre  la  palma  de  la  mano  de  Lumas  y
               contempló el trabajo terminado.

                    —Esto no sirve —dijo—. Le sigue sangrando la mano. ¿No tenemos nada
               más, algodón o algo parecido?
                    —Déjame a mí —dijo Rachel dándole la lámpara—. Lo has puesto mal;
               además, hay que limpiar la herida primero.

                    Paul se la quedó mirando sin expresión durante unos segundos, como si se
               preparara para discutir con ella. Se puso derecho y dijo:
                    —Te traeré una palangana con agua.
                    Se apartó de la cama.

                    —Sí, estupendo —dijo Rachel inclinándose sobre Lumas—. Y mira a ver
               si encuentras otra banda de tela y un trocito de madera, un palito, para que
               pueda hacerle un torniquete. Parece que ha perdido mucha sangre, Paul. ¿Ha
               estado sangrando así desde que lo encontraste?

                    —No.  Le  ayudé  a  caminar  hasta  su  cabaña.  Parecía  estar  bastante  bien
               durante  un  rato.  Estuvimos  hablando  —ya  te  contaré—  y,  de  repente,  se
               desmayó. La mano ha debido empezar a sangrar otra vez por cómo le llevaba
               yo.

                    —Sí —dijo Rachel, empezando a deshacer el nudo que Paul había atado
               en la venda—, es posible.



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                    Paul se inclinó hacia adelante, sentado en su silla de mimbre.
                    —Esa es toda la historia, Rachel. Si tú entiendes algo te ruego que me lo
               expliques. Él dijo que tú entenderías.

                    —¿Dijo eso? —Era una pregunta retórica.



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