Page 73 - Extraña simiente
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XII






                    Paul  estaba  cansado,  le  dolían  las  costillas…;  no  estaba  de  humor  para
               hablar,  pensó  Rachel.  Especialmente  si  era  sobre  aquello  de  lo  que  habían
               evitado hablar durante toda la semana pasada. Había resultado bastante fácil
               eludir el tema. Paul se quejaba de que le dolían las costillas, y no le apetecía

               hablar cuando le dolían las costillas, prefería leer. Y Rachel, después de una
               débil protesta, lo aceptaba. O bien, cuando coincidían en la misma habitación
               y  parecía  inevitable  que  se  pusieran  a  hablar  por  fin,  él  encontraba  una
               pequeña  faena  como  excusa.  Había  terminado  de  poner  la  tela  metálica

               alrededor del porche delantero, de lijar y volver a colocar la puerta del sótano,
               con  la  ayuda  de  Rachel;  había  empezado  a  arreglar  las  escaleras  de  atrás,
               desmontado y vuelto a montar el generador, esperando que así se arreglaría;
               pero no fue así.

                    El silencio había empezado en la consulta del médico una semana antes,
               pensó Rachel. No, se equivocaba, había empezado incluso antes, cuando se
               alejaban  de  la  casa  y  Paul,  sentado  muy  tieso  en  el  asiento  delantero  del
               coche, apretándose muy fuerte la caja torácica con la mano izquierda, había

               preguntado:
                    —¿Está arriba el niño?
                    —Sí, en el dormitorio trasero —había contestado ella—. Y he cerrado la
               puerta con llave.

                    —Bien —había dicho él.
                    Ese  había  sido  el  comienzo  del  silencio  que  ahora  existía  entre  ellos,
               razonó Rachel.
                    Luego,  en  la  consulta  del  médico,  el  silencio  se  había  hecho  más

               profundo.
                    —¿Cómo se ha hecho esto? —preguntó el doctor—. Se ha fisurado un par
               de costillas.
                    Paul, demasiado rápido, contestó:

                    —Me caí por las escaleras.





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