Page 75 - Extraña simiente
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—¡Ah!, ya entiendo…, te gusta verme sufrir…
—Claro que no.
—Entonces, déjame que me acueste.
—Paul, yo… —Rachel enmudeció, y no supo como continuar.
—¿Sí?… —le animó Paul.
—Creo que tenemos que hablar.
—Preferiría irme a la cama.
—Ya lo sé. Y precisamente de eso es de lo que debemos hablar.
Paul sonrió.
—Entiendes muy bien lo que quiero decir. Deja de jugar…
—Me parece que tú no sabes lo que quieres decir, Rae.
Paul se levantó, más abruptamente de lo que ella le creía capaz.
—¿Quieres hablar sobre el niño, no? —añadió.
Rachel dudó sólo un instante antes de contestar.
—Hay un par de cosas de las que tenemos que hablar. El señor Lumas,
por ejemplo…
—Él puede cuidarse solo —replicó Paul, mordaz—. Lo ha hecho bastante
bien todos estos años, no nos necesita.
—Pareces estar muy seguro, Paul.
—Escucha —dijo suspirando—, le vi por la mañana cuando trabajaba en
las escaleras y parecía estar bien.
—¿Dónde? ¿Dónde lo viste? ¿Hablaste con él?
—¿Crees que me apetecía? Parece que ya te has olvidado de lo que hizo.
Si tú quieres hablar con él, adelante. Pero por lo que a mí respecta…
—¿O sea, que no hablaste con él?
—Le vi de lejos y me pareció que estaba bien. Sí, bien. Y ahora, por
favor, ¿puedo acostarme?
—¿Y qué me dices del niño, Paul?
Paul suspiró profundamente.
—¿Otra vez, Rachel? El niño…
—¿Cómo que otra vez? ¿De qué demonios estás hablando? Si casi no
hemos…
—Es responsabilidad tuya. Yo ya me ocupo de mí mismo, creí que ya
habíamos hablado de esto.
—¿Que es mi responsabilidad? Es nuestra responsabilidad, Paul, la
responsabilidad del Estado, no sé… No podemos dejarlo…
—Bueno, eso es lo que estamos haciendo, Rachel.
Silencio.
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