Page 80 - Extraña simiente
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ocurrido y estaban esperándole. ¡Qué hambrientos debían estar! ¡Y qué bien
conocían lo que se les ofrecía!
Caminando más deprisa, llegó hasta la puerta y tocó la tira de cuero. Se
quedó dudando. ¿Sería posible que hicieran lo mismo que había hecho el
niño? ¿Que, después de todos estos años, terminaran con sus vidas en un par
de meses? Sí, era posible.
Y si eso es lo que iba a pasar, entonces más valía acabar con sus vidas
ahora. Hoy mismo.
Lumas miró de reojo hacia la escopeta nunca usada que colgaba en una
esquina. Sabía que daba igual, que incluso si pudiera levantarla, cargarla y
disparar con ella, nada cambiaría. Porque en un segundo habrían desaparecido
fuera del alcance de su vista y de su oído. O bien, lo que sería más probable,
ya que no sabían lo que era un arma y sólo percibían el peligro inmediato, se
tirarían sobre él, desgarrándole ansiosamente la carne mientras respiraba
todavía.
Cerró los ojos un momento y murmuró: «Perdón». Abrió la puerta y sintió
el aire frío y húmedo de la noche deslizándose sobre su rostro y sus manos.
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