Page 81 - Extraña simiente
P. 81
XIII
El campanilleo continuo y tembloroso del reloj tardó mucho en despertar
a Rachel.
—¿Paul? —murmuró con los ojos medio abiertos, tratando en vano de
enfocar la mirada sobre la pared blanca.
—Paul, ¡páralo!
Rachel sacó un brazo de debajo del edredón y palpó detrás suyo, donde
solía dormir Paul.
—¿Paul?
Se quedó boca arriba, saboreando durante un momento los vapores de un
sueño muy agradable que se esfumaba por segundos y se obligó a abrir los
ojos. Miró a su izquierda y suspiró. Así que ya se había levantado. Paul
llevaba varios días diciéndole que se sentía mucho mejor, que el dolor en las
costillas ya no era constante, sino intermitente.
—Ya puedo respirar —le había explicado Paul sonriendo—. A lo mejor
puedo dejar de tomar esa porquería de Darvon, o como se llame. Quita el
dolor, pero me vuelve inaguantable, ¿verdad?
—A veces —contestó Rachel.
Volvió a oír el arañar del despertador.
—¡Maldito timbre! —murmuró.
Se arrastró fuera de la cama con movimientos torpes debido al cansancio,
manipuló el despertador un momento y consiguió pararlo.
Se puso a tiritar y se miró el cuerpo. ¿Cómo demonios estaba…? Así no
se había metido en la cama. Recordó con qué ansias hicieron el amor y lo
tremendamente exhausta que se quedó. Vio un borde del camisón azul asomar
por debajo del edredón a los pies de la cama. Sonrió soñadora y satisfecha.
Pensó que quizás la experiencia de la noche anterior con el niño pudo
haberles incitado a hacer el amor. A veces, las buenas noticias provocan estas
reacciones. Rescató el camisón de debajo del edredón y se lo puso. ¿Buenas
noticias? Bueno, sí, oír las primeras palabras del niño no eran malas noticias.
Había que reconocer que las palabras no habían sido más que imitaciones de
Página 81