Page 90 - Extraña simiente
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—Cuando vi…, cuando me enseñaste lo que habías descubierto me volvió

               a pasar. Exactamente igual que antes. Y no me pude reprimir.
                    Paul se fue incorporando lentamente, apoyándose en los codos; la mano
               derecha fuertemente pegada a las costillas y su mirada fija en la oscura pared.
                    —¿Por qué, Rachel?

                    —No lo sé —contestó rotundamente.
                    Paul  cerró  los  ojos  un  instante;  era  el  rechazo  silencioso  a  aceptar  sus
               palabras.
                    —Ayúdame, ¿quieres?

                    Paul consiguió ponerse de pie con gran esfuerzo y gracias a que Rachel le
               prestó sus brazos.

































































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