Page 212 - El Terror de 1824
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208       tí.  PÉREZ  GALDÓS
      dad...  y  la  verdad  es  ante3  que  nada,  y  mal-
          dito sea  el  corazón  si  sirve  para  apartarnos  de
      la  verdad.
        — El  amigo  Romo — dijo  Navarro, — nos  da
      un  ejemplo  de  honradez  que  es.  muy  raro  y
      tendrá  muy  pocos  imitadores.
        — Pues  yo — afirmó  Pipaón  subiendo  toda-
          vía algunos  puntos  en  la  escala  de  su  énfasis,
      — digo  que  si  la  verdad  está  sobre  el  corazón,
      la  caridad  está  sobre  la  verdad...  Pero  no  ne-
             cesitan los  Corderos  implorar  la  caridad,  sino
      alegar  su  derecho,  porque  son  inocentes.  Señor
      D.  Francisco  Chaperón,  ¿no  cree  usted  que
      son  inocentes?
        — Yo  creo  que  sí — replicó  el  Presidente  con
      acento  de  convicción.— El  delito  que  á  ellos  se
      imputaba  ha  sido  cometido  por  otras  perso-
          nas. Así  consta  por  declaración  de  los  mismo»
      reos.  La  delación  ha  sido  equivocada.
        — ¿Lo  ven  ustedes? — dijo  Bragas  rompién-
           dose las  manos  una  con  otra.
        — Por  lo  que  veo,  el  delito  no  desaparece —
      indicó  Garrote. — Lo  que  hay  es  un  cambio  de
      delincuente.
        — Eso  es,  sustitución  de  delincuente.
        — ¿Y  se  castigará?— preguntó  con  incredu-
           lidad el  coronel  del  ejército  de  la  Fe.
         — jBueno  fuera  que  nol...  ¿Estamos  en  Ba-
            bia?... A  fe  que  tengo  hoy  humor  de  blandu-
          ras. Siga  usted,  LobD.
        — Causa  de  D.  Benigno  Cordero...
        Chaperón  meditó  un  rato.  Después,  toman-
         do un  tonillo  de  jurisconsulto  que  emite  pare-
          cer muy  docto,  habló  así:
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