Page 216 - El Terror de 1824
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212 B. PÉREZ GALDOS
el Reino. ¿Quiéu se atrevería á vituperar á los
mélicos porque dijeran: cCórtese usted es&
dedo que está gangrenado?»
— Pues si aquí no ha habido una mala in-
teligencia, ha habido una infame intención- —
rep.icó Bragas firme en su puesto. — Mi amigo
Cordero ha sido víctima de una venganza.
— Usted no sabe lo que dice — afirmé Romo
con desprecio. — Eu las oficinas del Consejo y
en los gabinetes de las damas se entenderá de
intrigar, de entorpecer la marcha de la justi-
cia; pero de purificar el Reino, de hacer pol-
vo á la revolución...
— ¿Y cómo se purifica el Reino? ¿Airope-
liando á la inocencia, condenando á un hom-
bre de bien por la delación de cualquier des-
conocido?
— Repito que usted no sabe lo que habla —
dijo R )iuo, presentando en su rostro creciente
alteración, que le hacía desconocido.— Los
que pasan la vida enredando para poner en
salvo á los mayores delincuentes; los que se
entretienen en escribir billetes de recomenda-
ción para favorecer á todos los pillos, no en-
tienden ni entenderán nunca la rectitud del
súbdito leal que en silencio trabaja por su Rey
y por la Fe católica. Mírenme á la cara (el se-
ñor Romo estaba horrible), para que se vea
que sé afrontar con orgullo toda clase de res-
ponsabilidades. Y para que no duden de la
verdad de una delación por suponerla obscu-
ra, se aclarará, sí, señores, se aclarará... Mí-
renme á la cara (cada vez era más h>rrible)
yo uo oculto nada. Para que se vea si la déla-