Page 220 - El Terror de 1824
P. 220
216 B. PÉREZ GALDÓS
pendiente de la horca, con amenos versículos
al pie.
— Esos bergantes, á quienes se permite la
honra de parecerse á los soldados — decía pa-
ra, sí midiendo con las piernas, al modo de
compás, el suelo de su despacho,— se van á
figurar que reinan con Fernando VII... Sí... co-
mo no les corten las alas, ya verán qué boni-
to se va á poner esto... ¿Tenemos aquí otra
vez la Milicia Nacional? porque es lo mismo,
llámese blanco, llámese negro, es exactamen-
te lo mismo. Miserables saltimbanquis, ¿de
qué me acusáis? ¿de que no castigo á los cons-
piradores? ¿Pues qué he de hacer, marmolejos
con fusil, sino castigarlos? ¿Entendéis vosotros
de ley, borrachos? ¡Que no castigo las conspi-
raciones... que desde que sucedió lo de Alme-
ría y Tarifa, no ha sido condenado ningún
conspirador! ¿Pues no está ahí Seudoquis? ¿No
están también sus cómplices, eus infames cóm-
plices?... ¡porque éstos sí que son malos! Ahí
les tenéis, presos por conspiración. ¿Queréis
más, ladrones de caminos? Ahí tenéis á Seu-
doquis, á quien veréis en la horca; ahí tenéis
á la muchachuela, á quien veréis en la hor-
ca... ¿Queréis máscame muerta, cuerdos? ¡Por
vida del Santísimo! ¿Queréis también al imbé-
cil?... Sr. Lobo, á ver esa causa.
Lobo, que silenciosamente cortaba su plu-
ma, dióle las últimas raspaduras, y hojeó des-
pués varios legajos.
— Al punto voy, Excelentísimo Señor, — di-
jo melifluamente.
Aquel día se notaba en el licenciado un ex-