Page 222 - El Terror de 1824
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-¿Eh?
— Una barbaridad de á folio.
— ¿Por qué?
— Porque es inocente.
— ¿Esas tenemos?... ¡Por vida del Santísi-
mo!— exclamó con ira; — como usted no tiene
la responsabilidad de este delicado cargo; co-
mo á usted no le acusan de tibieza, ni de be-
nignidad, ni de venalidad... Ya les echaré yo
un lazo á mis detractores... pero vamos al ca-
so. ¿Dice usteo que es inocente?
—-Sí, y lo pruebo, — repuso Lobo tomando la
más solemne expresión de gravedad judicial.
— Lo prueba, lo prueba... — dijo Chaperón
con sarcástica bufonería. — Lo que usted pro-
bará será el aguardiente, si se lo dan. Grandí-
simo borracho, escriba usted, escriba usted mi
fallo.
— Escribiremos, Excelentísimo Señor, — dijo
Lobo resignadamente, como el que, habiendo
recibido una coz, no se cree en el caso de de-
volver otra.
Chaperón encendió un cigarro. Después de
la primora chupada, dijo:
— La condeno á pena ordinaria de horca.
Luego se quedó un rato contemplando la
primera bocanada de humo que salía del ho-
rrendo cráter de sus labios.