Page 225 - El Terror de 1824
P. 225

EL  TERROR  DE  1824
                                         221
      podía  permanecer  más  tiempo  mudo,  se  ex-
           presó así:
        — Hija  mía,  me  parece  que  esto  es  hechor
        — ¿Por  qué  do  te  echas  á  ver  si  duermes  un
      ratitc?—  le  dijo  Sola  con  bondad.  —  La  tarima
      no  es  como  las  camas  de  casa;  pero  á  falta  de
      otra  cosa...
        — ¡Dormir...  dormir  yo! — exclamó  Sarmien-
        to con  voz  lastimera. — Ya  el  dormir  profundo
      está  cercano.  Te  digo  que  esto  es  hecho.
        — Sí:  esto  no  puede  ser  más  hecho...  Ya  que
      no  quieres  levantarte  dd  suelo,  al  meuos  tién-
          dete de  largo  y  recuesta  esa  pobre  cabecita  so-
         bre mis  rodillas.
        Sola,  que  estaba  sentada  en  la  silla,  se  pu-
        so en  el  sudo,  dando  después  uca  palmada  so-
         bre su  falda  para  indicar  que  podía  servir  de
     blanda  almohada.  D.  Patricio,  sentado  contra
      la  pared,  con  las  rodillas  en  alto,  los  brazos
      cruzados  sobre  aquéllas  y  la  barba  sobre  los
      brazos,  formando  con  su  cuerpo  dos  ángulos
      opuestos  y  muy  agudos,  no  quiso  dejar  tan
      encantadora  postura  de  zig-zag.
        —No,  niña  mía:  aquí  estoy  bien.  Lo  que  te
      digo  es  que  esto  es  hecho.
        — Se  me  figura  que  estás  cobarde,  viejeci-
      11o  tonto.
        —  ¡Cobarde  yo!— exclamó  Sarmiento  con  un
      rugido. — No  me  lo  digas  otra  vez,  porque
      creeré  que  me  insultas..
        — Como  te  he  visto  tan  parlanchín  delante
      de  los  jueces,  y  ahora  tan  callado...— -d «jo  la
      reo  extendiendo  su  mano  en  la  obscuridad  pa-
        ra palpar  la  cabeza  del  anciano.
   220   221   222   223   224   225   226   227   228   229   230