Page 225 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824
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podía permanecer más tiempo mudo, se ex-
presó así:
— Hija mía, me parece que esto es hechor
— ¿Por qué do te echas á ver si duermes un
ratitc?— le dijo Sola con bondad. — La tarima
no es como las camas de casa; pero á falta de
otra cosa...
— ¡Dormir... dormir yo! — exclamó Sarmien-
to con voz lastimera. — Ya el dormir profundo
está cercano. Te digo que esto es hecho.
— Sí: esto no puede ser más hecho... Ya que
no quieres levantarte dd suelo, al meuos tién-
dete de largo y recuesta esa pobre cabecita so-
bre mis rodillas.
Sola, que estaba sentada en la silla, se pu-
so en el sudo, dando después uca palmada so-
bre su falda para indicar que podía servir de
blanda almohada. D. Patricio, sentado contra
la pared, con las rodillas en alto, los brazos
cruzados sobre aquéllas y la barba sobre los
brazos, formando con su cuerpo dos ángulos
opuestos y muy agudos, no quiso dejar tan
encantadora postura de zig-zag.
—No, niña mía: aquí estoy bien. Lo que te
digo es que esto es hecho.
— Se me figura que estás cobarde, viejeci-
11o tonto.
— ¡Cobarde yo!— exclamó Sarmiento con un
rugido. — No me lo digas otra vez, porque
creeré que me insultas..
— Como te he visto tan parlanchín delante
de los jueces, y ahora tan callado...— -d «jo la
reo extendiendo su mano en la obscuridad pa-
ra palpar la cabeza del anciano.