Page 228 - El Terror de 1824
P. 228
224 B. PÉHEZ GALDÓN
sado por una gran manotada que el preceptor
se dió en la cabeza.
— Sí, me condenarán, — porque mi delito de
recoger y repartir las cartas está más que pro-
bado, y sino, con la declaración tuya...
— Yo declaró... ¿qué declaré yo?
Soledad repitió á Sarmiento lo que él mis-
mo había dicho respecto á las cartas y á las
personas que las recibieron.
— ¡Yo declaró todo eso, yo — dijo el patriota
muy perplejo, como un beodo que va poco á
poco recobrando el sentido. — ¿Y por eso dices
que te condenarán?... Me parece que no estás
en ló cierto. De ahí se desprende que el delin-
cuente, según ellos, soy yo, yo el conspirador
yo el apóstol y el agente secreto de la libertad;
y como yo tengo además la nota de Démoste-
nes constitucional, y de haber revuelto á me-
dia España con mis conmovedoras arengas,
de aquí que yo sea el condenado y tú no.
—Me parece — dijo la huérfana tocando ei
hombro de Sarmiento, — que mi viejecito ve
las cosas al revés. Yo seré condenada, y él irá
á un sitio donde se vive muy bien y tratan
caritativamente á los pobres.
— |Por vida de ochenta millones de chiliu-
drainasl — gritó Sarmiento poniéndose de im
salto en pie, — no me digas que tú serás conde-
nada á muerte sin mí, porque me vuelvo loco,
porque soy capaz de derribar de un puñetazo
esas terreas puertas, y hacer añicos á Chape-
rón y los demás jueces, y demoler á punta*
piés la cárcel y pegar fuego á Madrid eutero..*
¡Tú condenada á muerte!