Page 233 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824 229
serias del mundo y elevarla al cielo en este
trance de apariencia aflictiva, será más digna
de envidia que do lástima.
— ¡Maldita sea la boca que lo dice!
Sarmiento, al hablar así, arrastrábase hasta
el áugulo opuesto.
— ¿Qué es la vida?— añadió Alelí tomando
un tono melifluo. —Nada: un soplo, aire, ilu-
sión. ¿Q ió e3 el tiempo que contamos en el
mundo? Nada, un momento. La vida está allá.
.¿Qaé importan un sufrimiento pasajero, un
dolor instantáneo? Nada, nada, porque des-
pués viene el eterno gozar y la plácida eterni-
dad en que se deleitan los justos. Nadie es
mejor recibido allá que los que aquí han pa-
decido mucho. Los perseguidos por la justicia
son los primeros entre los bienaventurados.
Los pecadores que se depuran por el arrepenti-
miento y el castigo corporal, forman en la lí-
nea de los inocentes, y todos juntos penetran
triunfantes en la morada celestial.
A esta homilía, dicha con arte y sentimien-
to, siguiS largo silencio. Ei Padre Alelí suspi-
raba. 8a mueha práctica en consolar á los reos
de muerte no había gastado en él los tesoros
de sensibilidad que poseía: antes bien, los ha-
bía enriquecido m is. Estaba sujeto á grandes
aflicciones por razón de su oficio, y se identifi-
caba tanto con su3 penitentes, que decía: « Me
han ahorcado ya doscientas veces, y tengo so-
bre mí un par de siglos de presidio.»
Después que cobró ánimos, habló así:
— H)y he visto á esa señora, ¡Qaé angelical
bondad la suya! Está desesperada por no ha-