Page 236 - El Terror de 1824
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232  B.    PÉREZ  GALBOS
      los  tiene,  sí,  tiene  esos  momentos  de  delirio...
        — No  quisiera  que  se  nombrase  eso  más —
      replicó  Sola  con  presteza,  extendiendo  la  ma-
         no como  para  tapar  la  boca  al  fraile. — Soy  la
      ofendida,  y  desde  que  estoy  aquí  me  be  pro-
             puesto olvidar  ese  y  otros  agravios,  perdonán-
           dolos con  todo  mi  corazón.
        — B  en,  muy  bien.  Esa  cristiana  conducta  me
      gusta  más  que  cien  mil  rosarios  bien  rezados.
        — ¿Su  Reverencia  conoce  bien  lo  que  pasa
      en  la  Comisión  militar?  Estoy  muy  ansiosa  por
      saber  si  el  Sr.  Cordero  y  su  bija  han  sido  pues-
          tos en  libertad.
        — Desde  ayer,  hija,  desde  ayer  están  en  su
      casa  tan  contentos.
        — |Oh,  qué  dicha! — -exclamó  Sola  cruzando
      las  manos. — Eso  es  lo  que  yo  quería...  porque
      son  iuocentes  y  estaban  presos  por  un  delito
       que  yo  cometí.  Yo  le  contaré  tolo  á  Su  Re-
               verencia. Quiero  hacer  confesión  general.
         — A  punto  estamos,— repuso  el  fraile,  aco-
               modando el  codo  en  la  mesa  y  sosteniendo  la
       frente  en  la  mano.
         Sola  se  acercó  más,  dando  principio  al  so-
            lemne acto.
         Duró  próximamente  media  hora.  El  Padre
       Alelí  dio  su  absolución  en  voz  alta  y  con  los
       ojos  cerrados,  trazando  lentamente  la  cruz  en  el
       aire  con  su  brazo  blanco  y  su  mano  fl  ica  y  de-
       Meada.  Concluido  el  latín,  dijo  en  castellano  á
       la  penitente:
         — Adquisición  admirable  hará  el  reino  de
       Dios  muy  pronto  con  la  entrada  de  un  alma
       tan  hermosa.
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