Page 234 - El Terror de 1824
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230 B. PEREZ GALDÓS
ber podido conseguir cosa alguna en pro de
usted. Sin embargo, no cede en su empeño...
aúu tiene esperanza... Yo, si he de decir la
verdad, ya no la tengo.
— Yo tampoco la tengo ni la quiero — dijo
Soledad con uu arranque de unción religiosa.
— Me resigno á mi desgraciada suerte, y sólo
espero morir en Dios.
Por grandes que sean los brío3 de un alma
valerosa, la idea del morir y de un morir vio-
lento, autinatural y vergonzoso, la turba, la
acomete con fiera sacudida, prueba clara de
que sólo á Dios corresponde matar. Sola derra-
mó algunas lágrimas, y el fraile notó que sus
heladas manos temblaban, A tal hora, que era
la del mediodía, habían aparecido, puntuales
en su cuotidiana visita, las claridades intrusas
que se paseaban por el cuarto. A favor de ellas
se distinguían bien los tres personajes: el frai-
le sentado en la silla, todo blanco y puro, co-
mo un ángel secular que hubiera envejecido;
Soledad de rodillas ante él, vestida de negro,
mostrando su cara y sus manos, de una pali-
dez transparente; D. Patricio echado en el rin-
cón opuesto, con la cara escondida entre los
brazos y éstos sobre los ladrillos, cada vez más
semejante á un tigre enfermo, de respiración
estertorosa.
— Llore usted, llore — dijo el Padre Alelí á
su penitente, — que así se calma la congoja.
Yo también lloro, querida mía; también me
lleno de agua la cara, á pesar de estar tan
acostumbrado á ver lástimas y dolores. ¿El
mundo qué es? Burro amasado con lágrimas^