Page 235 - El Terror de 1824
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EL TEiiROR DE 1824 231
ni más ni menos. Lloramos al nacer, lloramos
también al morir, que es el verdadero naci-
miento.
— Padre — dijo la huérfana, — si ve Su Re-
verencia hoy á esa señora, hágame el favor de
manifestarle que lo doy gracias de todo cora-
zón por lo que ha hecho por mí, aunque sus
buenos deseos hayan sido inútiles. Al mismo
tiempo quiero que Su Reverencia le ruegoe
que me perdone... Su Reverencia no está en
antecedentes. Yo cometí el día de mi prisión
una grave falta: me dejé arrastrar por la ira.
y por la primera vez en mi vida sentí en mí
corazón el ardor de una pasión infame, la ven-
ganza. No sé cómo fué aquello... Me hizo tan-
to dafío mi propio furor, que me desmayé<
Nunca había sentida cosa semejante. Parece
que pasó por dentro de mí como un rayo. Ver-
dad es que yo tenía motivos, sí, Padre, moti-
vos... Pero no hablemos de eso... Yo ruego á
esa señora que me perdone.
— Y yo me comprometo á asegurar á usteá
que ya está perdonada— -replicó el fraile cora
bondad. — Conozco á la señora, y sé que sabe
perdonar.
—¿Su Reverencia podrá decirme si le oca-
sionarán algún perjuicio á esa señora las pa-
labras que yo dije delante del juez?
— Presumo que no le ocasionarán daño al-
guno. Esté usted tranquila por eso lado. Crea
haber entendido (quizás me equivoque, por-
que estoy ya un poco lelo) que entre usted y
ella hay un antiguo resentimiento. Parece que
la señora, en un momonto de delirio, porque