Page 237 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824 233
Sola, que sentía mucho dolor en las rodi-
llas, se echó hacia atrás sentándose sobre sus
propios pies.
En el mismo momento oyóse un feroz ron -
quido y el roce de un cuerpo contra el suelo,
i La voz cavernosa y terrible de Sarmiento se
I expresó así:
i — ¿Quiere usted marcharse con cien mil do^-
cenas de demonios?... ¿Qué cuchichean ahí?
El fraile se levantó, y dando dos pasos ha-
cia el punto en donde sonaban las tremendas
voces, dijo:
— Su compañera de usted ha confesado.
¿Quiere usted hacer lo mismo?
— |Yol... Por vida de la recondenada chi-
lindraina, Sr. D. Majadero, que si no se me
quita pronto de delante...
El Padre Alelí se tocó la sien con su dedo ín-
dice, moviendo la cabeza en señal de lástima.
— (Confesar yo!... jyo, que soy un volcán de
rabial — añadió el desgraciado tratando de le-
vantarse con fatigosos movimientos que ha-
cían bailar á los ladrillos. — ¡Repito que no
hay Dios!... pío, no hay Dios! Todo es una
mentira. El mundo, la gloria, el destino, fá-
bula y palabrería. Denme un cuchillo, porque
quiero matarme; me avergüenzo do vivir...
Al primero que se me ponga por delante; le
muerdo.
Las claridades que un momento se habían
alejado, volvieron juguetonas, sin abandonar
sus capisayos de telarañas, y con ellas pudo
ver el Padre Alelí que la pobre bestia enferma
alzaba la cabeza y mostraba una horrible cara