Page 241 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824 237
á casi todos los calaboceros é interrogar á la
guardia, y amenazar con la horca hasta al
mismo santo emblema de la Divinidad huma-
nada, que tan mascullado estaba siempre en su
irreverente y fiera boca.
A la hora del despacho se encerró con Lobo.
Estaba tan fosco, tan violento, que al verle
se sentían vivos deseos de no volver á verle
más en la vida. Para hablarle de indulgencia,
se habría necesitado tanto valor como para
acercar la mano á un hierro candente. Chape-
rón sólo se hubiera ablandado á martillazos.
— ¿Está corriente la causa de esa...? Es pre-
ciso presentarla sin pérdida de tiempo al Tri-
bunal,— dijo á su asesor.
— Ahora mismo la remataré, Excelentísi-
mo St ñor.
— ¡Me gusta la calma!... Yo he de ocuparme
de todo... No sirven ustedes para nada... Voy
á llamar al primer asno que pase por la calle
para encomendarle todo el trabajo de esta Se-
cretaría.
En aquel mismo instante entró Jenara. No
podía presentarse en peor ocasión, porque ve-
nía á pedir indulgencia. Nunca había sido
tampoco tan interesante ni tan guapa: sus
atractivos naturales se sublimaban con su ge-
nerosidad, con el valor de quien intrépidamen-
te penetra en una caverna de lobos para arran-
carles la obeja que ya han empezado á de-
vorar.
La fiera estaba tan mal dispuesta en aque-
lla nefanda hora, que sin aguardar á que Jena-
ra se sentase, díjole con voz ahogada: