Page 238 - El Terror de 1824
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234       B.   PEREZ  GALDÓS

      amoratada  y  polvorienta,  toda  llena  de  baba
      viscosa.  Sus  ojos  daban  miedo.
        — ¡Desgraciado! — murmuró  con  dolor  el  Pa-
          dre Alelí. — Tu,  que  vivirás,  eres  más  digno  de
      lástima  que  ella,  destinada  á  morir.
        —No  me  lo  digas,  no  mo  lo  digas— gritó
      Sarmiento  incorporando  su  busto  por  un  mo-
               vimiento rapidísimo  de  sus  remos  delanteros.
      — No  me  lo  digas,  porque  te  mato,  infame  frai-
         le, porque  te  devoro.
        — Eres  un  pobre  demente.
        — Soy  un  hombre  que  ha  perdido  su  ideal
      risueño,  un  hombre  que  soñó  la  gloria  y  no  la
      posee,  un  hombre  que  se  creyó  león  y  se  en-
             cuentra cerdo.  Mi  destino  no  es  destino,  es  una
      farsa  inmunda,  y  al  caer  y  al  envilecerme  y
      al  pudrirme  como  me  pudro,  tengo  la  desgra-
          cia de  conservar  intacto  el  corazón  para  que
      en  él  clave  su  vil  puñal  la  justicia  humana,
      matando  á  mi  hija...  Infame  frailucho,  ¿has
      venido  á  gozarte  en  mi  miseria?  Vete  pronto
      de  aquí,  vete.  Mira  que  no  soy  hombre,  soy
      una  bestia.
        Clavaba  sus  uñas  en  los  ladrillos  y  estiraba
      el  amenazante  rostro  descompuesto,
        —Que  Dios  se  apiade  de  tí— dijo  grave  y
      solemnemente  el  fraile  bendiciéndole.  —  Adiós.
        Y  después  de  encargar  á  Sola  que  tuviera
      resignación,  mucha  resignación,  por  las  diver-
          sas causas  que  lo  exigían  (señalaba  al  infortu-
                                        .
           nado viejo),  se  retiró  considerando  la  magni-
          tud de  los  males  que  afligen  á  la  raza  hu-
      mana.
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