Page 242 - El Terror de 1824
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— Por centésima vez, señora...
Se detuvo, moviendo la cabeza sobre el me-
tálico cuello, cual si éste le estrangulara, im-
pidiendo el fácil curso de las palabras.
— Por centésima vez... — gruñó de nuevo po-
niéndose rojo.
— Acabemos, hombre de Dios.
— Por centésima vez digo á usted que no
puede ser... Eu bonita ocasión me coge... Cier-
tamente que están las cosas á propósito para
perdonar... Seudoquis escapado... los Corde-
ros en libertad... La Comisión desacreditada,
acosada, vilipendiada, escarnecida... No so-
mos jueces, somos vinagrillo de mil flore?...
No sé cómo no entran los chicos de las calles
y nos tiran de la nariz... Me han pintado col-
gado de la horca... y con razón, con mucha
razón... Más vale que digan de una vez: «so
acabó el Gobierno absoluto; vuelvan los libe-
rales...» Malditas sean las recomendaciones...
Ellos conspiran y nosotros perdonamos... Con
tales farsas pronto tendremos al Cojo de Má~
laga en el Trono... Seudoquis escapado... ]ía
impunidad! aquí no hay más que impunidad...
Se ahorca por besar el sitio donde estuvo la
lápida de la Constitución, y damos chocolate
á los conspiradores... Señora, usted me toma
por un dominguillo... Señora... ¡Seudoquis es-
capado!... ¡la impunidad!... esa malhadada
impunidad... lepra horrible, horrible...
Echaba las palabras á borbotones, interrum-
pidos á intervalos por sofocadas toses y gruñi-
dos. Los temblorosos labios parecían el obs-
truido caño de una fuente, por donde salía el