Page 245 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824
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Una hora después Chaperón entraba de
nuevo en su despacho. Venía, si así puede de-
cirse, más negro, más tieso, más encendido,
más agarrotado dentro del collarín de cuero.
\ Cruzando sus brazos, se encaró con Jenara y
i le dijo:
— Vea usted aquí á un hombre perplejo.
S. M. me habló, tratándome con tanta bondad
como franqueza; me ha llamado su mejor
amigo, y, por fia, me ha mandado dos cosas de
difícil conciliación, á saber: que sea inexora-
ble y que acceda al ruego de usted.
— Eso es muy sencillo — replicó Jenara con
gracia suma. — Eso quiere decir que sea usted
generoso con mi protegida y severo con los
demás.
— (Inexorable, señora, inexorablel — excla-
mó D. Francisco apretando los dientes y mi-
rando foscamente al suelo.
— Inexorable con todos menos con ella.
¿Hay nada más claro?
— Dije á S. M. que se había escapado Seu-
doquis, y me contestó... ¿qué creerá usted que
me contestó?
— Alguna de sus bromas habituales.
— Que había hecho perfectamente en esca-
parse, si se lo habían consentido.
— Eso es hablar como Salomón.
— Veremos cómo salgo yo de este aprieto.
Tengo que contentar al Rey, á usted, á los vo-
luntarios realistas, á Calomarde; tengo que
contentar á todo el mundo, siendo al mismo
tiempo generoso é inexorable, benigno y se-
vero.