Page 230 - El Terror de 1824
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223 B. PÉREZ GALDÓ3
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Prolongábase el silencio de ambos, cuando
3e abrió la puerta del calabozo y entraron dos
personas: el carcelero y el Padre Alelí. Acos-
tumbraba el buen sacerdote visitar á los pre-
sos para consolarles ú oírles en confesión, y
frecuentemente pasaba largos ratos con algu-
no de ellos hablando de cosas festivas, con ta
eual se amenguaban las tristezas de la cárcel.
Era el Padre Alelí un varón realmente santo y
earitativo: su bondad se mostraba en dos es-
pecies de inopias: dar almendras á los mucha-
chos de las calles y palique á los presos. Diría-
ge que unos y otros eran su familia y que no
podía vivir sin ellos.
Con su fórmula de costumbre saludó á núes-
Iros dos infortunados amigos, que apenas dis-
tinguían en la lobreguez del cuarto la escueta
figura blanca del fraile, vaga, semifantástica,
cual un capricho de la obscuridad para enga-
itar á los ojos. El. Padre Alelí tocó en tierra y
en las paredes con un palo, como los ciegos, y
al mismo tiempo decía:
— ¿Pero dónde están ustedes?... [Ahí ya toco
aquí un cuerpo. •
Soledad, tomándole del brazo, le ofreció una
silla.
— No, tengo que marcharme. Hoy he de ha-
eer muchas visitas... Gracias, señora... ¿Es
usted la que llaman Soledad? Debo advertirle