Page 229 - El Terror de 1824
P. 229

EL  TERROR  BE   1824  Íg&
        —Somos  los  fanales  del  género  humano.
        — No,  no;  esa  es  una  figura  de  retórica,  tonta
      — dijo  el  fanático  pasando  del  tono  trágico  al
      familiar. — Aquí  no  hay  más  fanal  que  yo.  Tú
      me  acompañas  en  mi  última  hora,  me  acom-
             pañas, ¿entiendes?a99  pero  no  mueres.  ¡Morir
      túl...  ¿por  qué,  ángel  delicado,  inocente?...
      ¿Habrá  un  jues  que  falle  tal  infamia?...  Si  tu
      muerte  no  es  provechosa  á  la  santa  causa...
      ¿A  qué  ni  para  qué?  Yo  solo,  yo  solo,  ¿lo  en-
             tiendes bien?  ¡yo  solo!  Este  es  el  destino,  ésta
      la  voluntad,  esto  lo  que  está  trazado  en  los  li-
           bros inmortales,  cuyos  renglones  dicen  á  cada
      siglo  sus  grandevas,  á  cada  generación  su  papel*
      á  cada  hombre  su  puesto...  Pobre  y  desvalida
      niña  de  mis  entrañas,  no  me  digas  que  vas  á
      morir  también,  porque  me  siento  cobarde,  me
      convierto  de  águila  majestuosa  en  tímido  jil-
      guorillo,  se  me  van  las  ideas  sublimes,  se  me
      achica  el  corazón,  me  siento  caer  desplomán-
            dome como  una  torre  secular,  sacudida  por
      temblores  de  tierra,  me  evaporo,  niña  mía,
      desfallezco,  dejo  de  ser  un  Cayo  Graco  para
      no  ser  más  que  un  Juan  Lauas.
        Arrastrándose  por  el  suelo,  Sarmiento  tan-
            teaba con  las  manos  en  la  obscuridad  hasta
      que  dió  con  el  cuerpo  de  Sola.  Echándose  en-
            tonces como  un  perro,  hundió  la  cabeza  en  sil
      regazo.  Soledad  no  dijo  nada.
   224   225   226   227   228   229   230   231   232   233   234