Page 235 - Encuentra tu persona vitamina
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estás, cómo se encuentra tu flecha emocional el día en que quedas con ella. Si
                es tu padre y has quedado en ir a visitarlo, prepárate interiormente la víspera

                para que el impacto sea lo menos doloroso posible. Durante el rato que estáis
                juntos puede resultar muy útil ponerte el impermeable psicológico, ese donde
                te resbalan las cosas que te digan. Gracias a él, lo que te va sucediendo lo
                percibes  con  más  distancia,  no  lo  ves  como  una  cosa  que  te  empapa  y  te
                ahoga,  sino  con  cierta  sensación  de  invulnerabilidad.  Percibes  esos

                comentarios que en otro momento te habrían sacado de tus casillas como un
                espectador en vez de como el protagonista de la relación. No puedes evitar
                siempre el dolor. A veces en la vida hay que saber sufrir.



                                                     E L CASO DE J ULIA
                  Julia, de treinta y cuatro años, lleva dos casada y tiene un niño de veinticuatro meses. Reconoce ser
                  una persona ansiosa, insegura y con miedos difusos. Le preocupa la relación que tiene con sus padres
                  desde  hace  mucho  tiempo.  Ella  es  la  pequeña  de  tres  hermanos.  El  mayor  tiene  cincuenta  y  el
                  siguiente cuarenta y ocho. Su padre tiene ochenta y su madre, setenta y nueve. Le pido que me hable
                  de su infancia:
                    —Tengo pocos recuerdos; es como si tuviera lapsus de memoria. Me cuesta enfocar mi mente en
                  recuerdos concretos  [16]  .
                    Me cuenta que su padre fue un hombre con un trabajo muy demandante, debido al cual viajaba
                  varios meses al año. Le evoca como un padre ausente, siempre hablando de asuntos profesionales,
                  lejano  y  poco  empático.  Su  madre  era  una  mujer  en  un  constante  estado  de  irritabilidad  y  enfado.
                  Asegura que solía embarcarse en discusiones eternas con ella donde acababan gritándose y la madre
                  las zanjaba con un «eres culpable de todo, eres insoportable». Ella entonces se encerraba en su cuarto,
                  llorando de rabia, de tristeza y de frustración. Los gritos proseguían a través de la puerta.
                    Cuando cumplió diez años, su tía, hermana de su padre, que vivía más cerca del colegio, se ofreció
                  para que Julia pasase temporadas en su casa. Las semanas que residió con ella fueron más felices, y
                  las vueltas a su hogar se convertían en momentos de gran angustia.
                    Hoy, el simple hecho de pensar en su madre activa un sentimiento de indignación e ira.
                    —No la entiendo, es mala persona —se enfurece mientas me lo cuenta.
                    En la actualidad acude a visitar a sus padres todos los miércoles. Teletrabaja desde ahí y luego se
                  queda a comer.
                    —Los martes por la noche ya no descanso bien al pensar que a la mañana siguiente es miércoles y
                  lo que me espera. Esos días me concentro peor en el trabajo y luego por la tarde me siento baldada,
                  como si hubiera realizado un ejercicio agotador. Les tengo rencor y manía, pero, por otro lado, me
                  siento culpable. Los ratos con ellos son de muchísima tensión y enfado. Luego me encuentro llorando
                  mientras intento trabajar. Quiero visitarles porque son mayores y me encantaría perdonarles para estar
                  en paz, pero no soy capaz. Mi madre es mi persona tóxica. Mi padre me ha hecho daño, pero no me
                  altera tan profundamente como ella.


                   El  caso  de  Julia  tiene  el  componente  de  que  su  madre  ha  sido  lesiva
                durante muchos años. Cuando la persona del entorno que te intoxica es tan
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