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¿Qué hacer en esas circunstancias? Lo primero y más importante es que el
                hijo  se  dé  cuenta  y  sea  consciente  de  ello.  Posteriormente  ayuda  mucho
                entender cómo vivió su infancia y qué dinámica persiste en la edad adulta.
                ¿Es  dependencia?  ¿Es  miedo?  ¿Es  necesidad  de  aprobación?  ¿Es

                manipulación?
                   La solución es compleja. Por un lado, en algún momento hay que hablar con
                ellos, hacérselo ver de la forma más delicada posible. No es fácil. Se puede
                abrir un conflicto con la familia, pero a veces, si hay la suficiente madurez y

                serenidad  en  los  afectados,  ello  desarticula  gran  parte  de  la  herida.  Otra
                opción  más  sencilla  e  igual  de  válida  es  evitarles  o  reducir  la  relación  al
                máximo.  En  mi  experiencia  la  distancia  es  un  gran  método  para  poder‐
                recuperarse.
                   Por otro lado, todo ser humano lleva dentro de sí la inercia, necesidad o

                instinto de sentirse querido por sus padres. A veces cuesta reconocer que uno
                está mal con ellos y sobre todo cuando uno observa cómo se van haciendo
                mayores.
                   Es muy duro escuchar a un hijo ya adulto relatar el desgaste que le supone

                la relación con ellos, describir la pugna interior entre sus ansias de cortar
                todo  vínculo  por  un  lado,  y  la  sensación  de  saber  que  no  es  correcto
                abandonarlos  por  mucho  que  uno  o  ambos  puedan  dañarle.  Son  sesiones
                complicadas, ya que el dolor al expresar esa emoción suele ser intenso. No es
                sencillo admitir que nuestras principales figuras de apego, de afecto, desde

                nuestra niñez han sido o se han convertido en una carga psicológica. No estoy
                hablando  de  las  necesidades  de  dependencia  física,  sino  del  desgaste
                psicológico. El primer paso consiste en hacerle ver al paciente que eso está
                sucediendo, explicándole cómo funcionan el organismo y la mente ante ese

                estado de tensión debido a la relación con los progenitores.
                   Si  en  alguna  ocasión  notas  que  estar  cerca  de  tus  padres  te  altera  o  te
                enferma,  intenta  analizar  la  causa  por  la  que  te  sucede.  ¿Qué  surge  en  ti?
                ¿Cómo es tu estado de alerta? ¿Qué síntomas se activan?
                   En estos casos recomiendo dejarse ayudar, debido a que es una situación

                que desgasta mucho. La autoestima y la seguridad en uno mismo suelen estar
                dañadas y es bueno trabajarlas y fortalecerlas.
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