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matrimoniales… Todo aquello que ayude. Necesitamos volver a mirarnos a la
                cara  y  decir  «aquí  estoy  yo,  aquí  estás  tú,  nos  queremos,  nos  entendemos,

                tenemos  ganas  de  que  esto  siga  pero  nos  hemos  desgastado,  nos  hemos
                convertido en personas que a veces nos hacemos sufrir en vez de en personas
                que nos hacemos felices».
                   Muchas crisis de pareja se originan con una situación de crisis individual
                en uno de los dos, ¡que frecuentemente estará intoxicado de cortisol y vive

                por  ello  en  estado  de  alerta!  Otras  veces  el  momento  temporal  que
                atravesamos puede ser duro por razones naturales —la época de lactancia,
                las  dificultades  para  dormir  de  alguno  de  los  hijos,  una  adolescencia
                problemática y cargante, la aparición de una enfermedad, los cada vez más

                frecuentes  problemas  económicos,  el  síndrome  del  nido  vacío  cuando  los
                hijos se van de casa…—. Toda vida, y la vida en pareja no es una excepción,
                tiene  «sus  momentos»  buenos  y  malos,  memorables  y  olvidables.  Por
                instantes  somos  felices  y  luego  llegan  épocas  de  dolor  o  privación.  Es
                conveniente  ser  optimistas,  alegres  y  soñadores,  pero  no  podemos  ser

                inmaduros e inocentes. Como dice el ritual, «en lo bueno y en lo malo, en las
                alegrías y en las tristezas, en la salud y en la enfermedad». Algo tendrá el
                agua  cuando  la  bendicen.  Como  dice  mi  padre,  «no  conozco  nada  más
                complicado que la convivencia en el matrimonio». Los años pesan y si uno no

                tiene ganas de luchar, de cuidar y de proteger su compromiso, es difícil que
                llegue a buen puerto.
                   Hay  diferentes  momentos  en  la  relación  de  pareja  que  tendremos  que  ir
                aprendiendo a gestionar y, por otro lado, es importante aceptar las distintas
                etapas de nuestra vida en común. Llegados esos momentos de prueba, hay que

                luchar porque se superen y de esa forma crezca la unión. Y para eso hay que
                poner los medios oportunos: cenas a solas en las que hablar de las cosas que
                nos  preocupen  y  recordar  lo  que  hemos  vivido  y  nos  gusta  del  otro  y  de
                nuestra  familia,  escapadas  de  fin  de  semana,  viajes  que  nos  permitan

                recuperar el cansancio acumulado, deportes en común, reuniones con amigos
                que nos levantan el ánimo e, incluso, llegado el caso, recurrir a una persona
                externa que pueda asesorarnos.
                   Yo suelo recomendar pedir consejo a otras parejas amigas que luchan ante
                circunstancias  adversas,  contra  viento  y  marea.  También  hay  que  saber  a

                quién  recurrir.  Tengo  un  paciente  que  le  consultó  su  crisis  matrimonial  —
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