Page 124 - Querido cerebro, ¿qué coño quieres de mí?
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por lo que de alguna manera hace sentir bien y calma la tensión
mediante la comida —aunque después haga sentir mal—.
El problema de hacer esto es que parcheando el malestar no lo
resolvemos, y si la situación que produce malestar no se soluciona,
volverá a activarse en el futuro. Además, recurrir a los atracones para
disminuir el malestar puede acabar convirtiéndose en una especie de
adicción, porque hace que el cerebro fusione malestar —problema— con
atracón —subidón—. Esto hace que después el cerebro pida los
atracones cada vez que experimente malestar y que la persona sienta
que no puede parar, aunque quiera.
En este punto le haríamos ver a Ruth que esos atracones, aunque
momentáneamente le hagan sentir mejor, son solo maquillaje y
contribuyen a que su malestar se mantenga porque no le dejan que
enfrente su situación para solucionarla. Le explicaríamos que lo que
realmente necesita hacer es dejarse sentir sus emociones, aunque sean
difíciles, aceptarlas y tomar una decisión según sea mejor para ella —por
ejemplo, poniendo límites en el trabajo o dejándolo—.
En este punto le enseñaríamos a Ruth a darse cuenta de las ganas de
comer compulsivamente y en qué momentos y situaciones lo siente para
poder gestionarlo mejor. Le enseñaríamos herramientas para sostener y
aceptar ese malestar sin tener que huir de él y, por último, le
recomendaríamos otras formas más sanas de calmarse como, por
ejemplo, hacer alguna técnica de relajación, salir a dar un paseo, hacer
deporte o llamar a una amiga.
Otra cosa que tal vez podría ayudarle a romper con esa necesidad de
inmediatez que le pide su atracón es tratar de comer despacio,
saboreando la comida y concentrándose en todas las texturas, sabores y
sensaciones en la boca. Puede haber momentos en los que sea
complicado de conseguir, pero si lo entrenamos, podemos hacer que la
mente se centre en eso y se olvide de la urgencia del atracón.