Page 86 - libro Antología cuentos 2020 La Balandra.indd
P. 86
el de la silla de ruedas. Pese a la amenaza del alto del muñón, no había
bajado la cruz.
Otra vez se abrió la puerta y los que rodeaban al gordo volvieron
a separarse. Ahora los de guardapolvo blanco eran tres y fueron hasta la
última cama de la derecha, junto al ventanal del fondo y cerca del rincón
donde había más basura amontonada que en el resto de la sala. En la cama
un hombre parecía dormido como los otros de esa hilera, pero al acercarse
los de guardapolvo se tapó la cabeza con la sábana y se puso a temblar.
Lo destaparon, lo agarraron de los brazos para levantarlo y lo llevaron a la
rastra mientras el hombre, que seguía con los temblores, gritaba y lloraba.
Cuando lo sacaron de la sala, el llanto y los gritos se fueron alejando y
volvieron a escucharse la música y las risas que entraban por el ventanal.
La congregación de pijamas grises se reagrupó junto al gordo. El
del bastón tenía los ojos muy abiertos y fijos en la puerta por la que se
habían llevado al profesor; reanudó los golpecitos a la cama. El viejo sin
oreja dijo:
—Lástima que no aposté, habría recuperado el pan que me hizo
perder el gordo. El profesor creyó que se iba a salvar. Yo sabía que tenía
que ser el próximo, los hijos de puta quisieron que estuviera despierto
acumulando miedo.
—Eso ya lo dijiste. —El alto del muñón parecía molesto, como si
hubiese perdido la apuesta que el viejo no había querido jugar.
88