Page 278 - Hauser
P. 278

Naturalismo e  impresionismo







                de las clases a las que no sólo Berthet, sino, como él acentúa, tam ­


                bién perteneció Napoleón.



                          Así entra en  la  literatura la lucha consciente de  clases.  La  lu­


                cha entre los distintos estratos de  la sociedad,  naturalmente, había


                sido descrita antes  también  por  los  literatos;  ninguna descripción



                veraz  de  la  realidad  social podía desentenderse de  ella.  Pero  ni  las


                figuras  literarias  ni  sus  creadores  eran  conscientes  del  auténtico


                sentido de  la lucha.  El esclavo,  el siervo y el campesino -habitual­


                mente  como  figuras  cómicas- habían  figurado en  la literatura an­



                terior  incluso  con  relativa frecuencia,  y el  plebeyo había sido des­


                crito  no sólo como  representante de  un  elemento  social  perezoso,


                sino  también  -por  ejemplo,  en  El campesino  enriquecido,  de  Mari-



                vaux- como un advenedizo en la buena sociedad, pero nunca entró


                en escena un representante de los estratos inferiores, es decir de los


                estratos  que  quedan  por  debajo  de  la  burguesía  media,  como


                campeón  de  una  clase  privada  de  sus  derechos.  Julián  Sorel  es  el



                primer héroe de novela que tiene siempre presente su carácter ple­


                 beyo,  del  que  es  consciente,  que  mira cada  éxito  como  un  triunfo


                sobre la clase dominante, y siente cada derrota como una humilla­



                ción.  No puede perdonar  ni  a la propia Madame de Renal,  la úni­


                ca  mujer  a  la  que  ama  de  verdad,  el  que  sea  rica  y  pertenezca  a



                aquella clase contra la cual él -según cree—tiene que estar siempre


                en guardia.  En su  relación con Matilde de la Mole la lucha de cla­


                ses no se puede distinguir ya en nada absolutamente de la lucha en­


                 tre los sexos. Y el discurso que él dirige a sus jueces no es otra cosa


                que la proclamación de la lucha de clases, un reto a sus enemigos,



                ya con el cuello bajo la cuchilla:  «Señores, yo no tengo el  honor de


                pertenecer  a  vuestra  clase  social  -dice-.  Vosotros  veis  en  mí  un


                campesino que se rebeló contra la humildad de su destino... Yo veo



                hombres  que  quisieran  castigar  en  mi  persona  y  desanimar  para


                siempre a aquella clase de jóvenes nacidos en un estrato bajo y opri­


                 mido por  el  hambre,  que  tuvieron  la  suerte  de  educarse  a  sí mis­


                 mos  y  tuvieron el  ánimo de  relacionarse con aquellos  círculos  que



                 la  arrogancia  de  los  ricos  llama  la  sociedad...»  Y,  sin  embargo,  el


                autor no se  refiere sólo, y probablemente ni  siquiera en primer lu­


                gar,  a  la  lucha  de  ciases;  su  simpatía  no  está  con  los  pobres  y  los







                                                                                   279
   273   274   275   276   277   278   279   280   281   282   283