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Naturalismo e impresionismo
glo XVIII, le transmitió el espíritu de la Ilustración. Sus fracasos
mantuvieron despierto en él este espíritu y íe convirtieron en un re
belde; por sentimiento, sin embargo, es un individualista y un aris
tócrata ajeno a todo instinto gregario. Su culto romántico del héroe,
su exaltación de la personalidad fuerte, inteligente y extraordina
ria, su concepto de los happy few, su morbosa aversión a todo lo ple
beyo, su esteticismo y su dandismo, son simplemente formas de ex
presión de un gusto melindroso, vanidoso y aristocrático. Tiene
miedo de la República, no quiere tener nada que ver con la multi
tud, le gustan el confort y el lujo y considera como situación polí
tica ideal una monarquía constitucional que asegure a la minoría in
telectual una existencia libre de cuidados. Le gustan los salones
elegantes, la vida de ocio y de placer, y la gente bien educada, frí
vola e inteligente. Teme que la República y la democracia empo
brezcan y entristezcan la vida, y que traigan consigo el triunfo de
las masas groseras e incultas sobre la sociedad distinguida y educa
da que disfruta de manera refinada la belleza de la vida. «Amo al
pueblo y odio a los opresores -dice-, pero sería un tormento para
mí tener que vivir siempre con el pueblo.»
A pesar del sentimiento de solidaridad que tiene Stendhal
para con Julián Sorel, le sigue con mirada severamente crítica, y, a
pesar de toda su admiración por el genio y la incorruptibilidad del
joven rebelde, no puede ocultar sus reservas ante su naturaleza ple
beya. Comparte su amargura y participa de su desprecio por la so
ciedad, aprueba su hipocresía sin escrúpulos y su repugnancia a
toda cooperación con la gente que le rodea, pero lo que no com
prende ni aprueba en modo alguno es la folie méfiance, la descon
fianza morbosa y degradante del plebeyo, atormentado por su com
plejo de inferioridad y su resentimiento, su impotente y ciega sed
de venganza, y la fea envidia que le desfigura. La descripción de los
sentimientos de Julián, después de recibir la carta con la declara
ción amorosa de Matilde, muestra de manera bien clara la distan
cia que separa a Stendhal de su héroe. La carta constituye, en efec
to, la clave de toda la novela y nos recuerda que en la historia de
Julián Sorel no hemos de ver una mera confesión del autor. El na
rrador tiene más bien, frente a este recelo monomaniaco, un senti
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